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LAGUNILLA: EDITAR UN LIBRO...

EDITAR UN LIBRO

Cuando salimos de Lagunilla mi padre esperaba hallar una ventajosa forma de vivir en aquella tierra nueva; quizás más dinero, más posibilidades para nosotros; un futro seguro para tantas bocas. Planeó comprar tierras de cultivo y combinar industria con hacienda ¿Quién sabe lo que fluía por su cabeza? Pero sus proyectos se truncaron. Nadie vendía. Estaba mal visto vender propiedades de cultivo, marcaba indicios de problemas. Si acaso se comerciaba algo se hacía entre ellos, los que se conocían de siempre y respondían a sus costumbres vascas, los modos y estirpe de una raza. No era fácil comprender aquello cuando se confía estar en España.
Aquellos huevos que mi madre cogía en sus gallinas cuando vivíamos en Salamanca, esos tomates, berenjenas y patatas; hoy sólo los conseguía dejando el dinero en la plaza. Lo que iba a ser producción se convierte ahora en gasto. Y, por nostalgia creo, a veces compraba animales vivos que sacrificábamos en nuestro piso. Generalmente conejos. Una vez compró un pollo muy pequeño, amarillo y chiquitín; yo pensé que era un canario pero mudó de color de pluma al ir creciendo. Mi hermana Felisa lo tenía en su cuarto y, quizás por eso, le salieron unas manchas en la piel; se consideró alergia a las plumas o a ese polluelo. Así que pronto le dimos muerte y acabó en el puchero.