EDITAR UN LIBRO
Entre mis hermanos encontramos a Manuel que vino cojo de Lagunilla, nunca supe con exactitud el porqué; me contaron que debió de caerse de una mula y no acabó de recuperarse. Los médicos que aquí visitó le aconsejaron usar un calzado especial. Por aquel entonces recuerdo que llevaba un zapato con más tacón que el otro. A los catorce años Isidro empezó a tener desviación de la columna vertebral y, en su espalda, le apareció una joroba. Se pensó que fuera debido al exceso de carga y la mala postura que adoptaba cargando los pesados repartos de la tienda donde trabajaba. No lo tenían asegurado y hubo que intimidar a la empresa para que corriera con los gastos que, sin ninguna duda, iban a ser cuantiosos una vez que se pusiera en manos de los cirujanos. Durante varios años estuvo ingresado en la Clínica Universitaria. Le abrieron toda la espalda para meterle un listón metálico que corrigiera las vértebras. La chepa, vulgarmente reconocida, no se la tocaron; se decía que reduciría su fortaleza física de por vida. No obstante, a día de hoy, desarrolla su vida de una forma tan natural como la de cualquiera de nosotros. Su historial laboral no da mucho de qué hablar. Dejó de trabajar con quince años y pasó a ser pensionista. Algunas veces vendió loterías del estado y, en un afán de optimismo, cursó auxiliar de administrativo y consiguió un certificado de ello. Pero no logró reincorporarse a ningún puesto laboral a pesar de dominar muy bien la mecanografía. Ello hizo que paulatinamente, la Oliveti que compramos, se fuese quedando arrinconada en el armario.
Entre mis hermanos encontramos a Manuel que vino cojo de Lagunilla, nunca supe con exactitud el porqué; me contaron que debió de caerse de una mula y no acabó de recuperarse. Los médicos que aquí visitó le aconsejaron usar un calzado especial. Por aquel entonces recuerdo que llevaba un zapato con más tacón que el otro. A los catorce años Isidro empezó a tener desviación de la columna vertebral y, en su espalda, le apareció una joroba. Se pensó que fuera debido al exceso de carga y la mala postura que adoptaba cargando los pesados repartos de la tienda donde trabajaba. No lo tenían asegurado y hubo que intimidar a la empresa para que corriera con los gastos que, sin ninguna duda, iban a ser cuantiosos una vez que se pusiera en manos de los cirujanos. Durante varios años estuvo ingresado en la Clínica Universitaria. Le abrieron toda la espalda para meterle un listón metálico que corrigiera las vértebras. La chepa, vulgarmente reconocida, no se la tocaron; se decía que reduciría su fortaleza física de por vida. No obstante, a día de hoy, desarrolla su vida de una forma tan natural como la de cualquiera de nosotros. Su historial laboral no da mucho de qué hablar. Dejó de trabajar con quince años y pasó a ser pensionista. Algunas veces vendió loterías del estado y, en un afán de optimismo, cursó auxiliar de administrativo y consiguió un certificado de ello. Pero no logró reincorporarse a ningún puesto laboral a pesar de dominar muy bien la mecanografía. Ello hizo que paulatinamente, la Oliveti que compramos, se fuese quedando arrinconada en el armario.