LAGUNILLA: EDITAR UN LIBRO...

EDITAR UN LIBRO

Según iban pasando los años, a pesar de que todos los años retornábamos al pueblo, nuestras vidas se aferraban más a esta nueva tierra; allá quedaba un pasado cada vez más alejado de nuestro presente y, si se recuperaba, siempre era para hablar del pasado. De aquella vez que un tal Aurelio tuvo la desgracia de ponerse debajo del olivo y salir guarreado por aquellas tripas flojas. O cuando le metieron un ratón en la camisa y su madre enojó. Miles de peripecias que se hacían unos a otros y que, por mucho que yo afinaba el oído, jamás contaron las que a ellos les infligieron; que sin duda no serían pocas. Y, en una cascada de risas y buen humor, confesaban haberse comido el gato de la tía tal y que, por enfatizar e impresionar más sus travesuras, eran tan frívolos que negaban a la dueña saber de su paradero.

No sé hasta dónde llegaba el hambre o la necesidad real de aquellas gentes para llegar al punto de comerse los lagartos; las ranas ya siempre fueron platos reconocidos, pero paupérrima tripa aquella, las que se conformaba con presas tan aprensivas.