
EDITAR UN LIBRO
¡Qué fácil es imaginar! Cuantos espacios regala la mente y qué poca garantía de que se ciña a la realidad. Apenas se puede jurar sobre esos espacios intermitentes que el recuerdo deja asomar. Una casa comercio que hace que se impere el color de los envoltorios y los aromas copiosos que se grabaron en la mente de por vida me llevan a relatar cromos, caramelos; figurillas metálicas de guerreros que, si no ando extraviado, venían de regalo en algún detergente. Yo tuve uno de ellos. Era un caballero de la era medieval con su caballo brindado por pesada coraza y, el hidalgo guerrero, armado de lanza larga, envistiendo en un figurado torneo de aquellas gestas de honor. Espada en el tahalí, cota de hierro; yelmo de una cara oculta que, desde mi infancia, sembraba entre fantasías la aptitud de ser héroe; una semilla que crecería en intención a lo que representa el valor, la honradez y la generosidad. De ahí y de aquellas novelas de: “El Jabato, Capitán Trueno” que, entre viñetas, alimentaban mi intelecto. Luego llegaron las biográficas del rey Ricardo “corazón de león” o, pegando más a nuestra estirpe castellana, el inolvidable “Mío Cid”; así me atravesé de quijotadas durante la infancia hasta la adolescencia.
¡Qué fácil es imaginar! Cuantos espacios regala la mente y qué poca garantía de que se ciña a la realidad. Apenas se puede jurar sobre esos espacios intermitentes que el recuerdo deja asomar. Una casa comercio que hace que se impere el color de los envoltorios y los aromas copiosos que se grabaron en la mente de por vida me llevan a relatar cromos, caramelos; figurillas metálicas de guerreros que, si no ando extraviado, venían de regalo en algún detergente. Yo tuve uno de ellos. Era un caballero de la era medieval con su caballo brindado por pesada coraza y, el hidalgo guerrero, armado de lanza larga, envistiendo en un figurado torneo de aquellas gestas de honor. Espada en el tahalí, cota de hierro; yelmo de una cara oculta que, desde mi infancia, sembraba entre fantasías la aptitud de ser héroe; una semilla que crecería en intención a lo que representa el valor, la honradez y la generosidad. De ahí y de aquellas novelas de: “El Jabato, Capitán Trueno” que, entre viñetas, alimentaban mi intelecto. Luego llegaron las biográficas del rey Ricardo “corazón de león” o, pegando más a nuestra estirpe castellana, el inolvidable “Mío Cid”; así me atravesé de quijotadas durante la infancia hasta la adolescencia.