Cayado en mano, resistiendo las reumas como se puede y el pasar de los años. Sombrero de caballeros en sus cabezas distinguiendo la estirpe que distingue a los buenos castellanos. Mi padre vestía así, con corbata a diario; era su forma de complacerse y darse el gusto de sentirse hombre de viejas costumbres, elegante caballero castellano y leones de “pocas perras” pero con altivo orgullo de galán apuesto tanto de fiesta como a diario.