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LAGUNILLA: ¿Este acueducto? Oh amiga, yo no he disfrutado jamás...

Cada año que pasa pierdo más el interés por las castañas y no sé a que achacarlo. Siempre recordaré con que ilusión íbamos a buscarlas, sobre todo cuando nuestros hijos aún eran pequeños y, quizás porque daba gusto verles la gran alegría que desprendían sus ojos cuando las encontraban, eran ellos la mayor motivación. Llenábamos unas bolsas hasta la mitad, nunca teníamos esa paciencia de seguir con el propósito de rebosarla; en mi caso particular nunca me agachaba si no daba la talla. Para mí debían de ser muy gordas. Así, con esa desgana, me paseaba monte arriba mientras que mis acompañantes seguían imperturbables desmochando erizos en un restringido espacio que ocupaban los desprendidos frutos de varios castañeros frondosos. Al rato volvía yo con menos cantidad de bolsa llena que ellos y se reían, se reían hasta que echaban una ojeada dentro y descubrían lo suculentas y enormes que eran. Ahí el placer de comerlas asadas en el horno de casa y, la gran mayoría, crudas. No había la suerte de asarlas en los calderos propios para eso conocidos “calbotes” nuestros; los que en mi infancia sí tuve la suerte de disfrutar. Por aquí, en algunas fogatas, mis hermanos y mi padre solían hacerse con un bote de latón enorme y lo agujereaban, le procuraban un asa de alambre para apoyarlo o dejarlo pendiendo sobre las llamas. ¡Ay! Qué gusto da oír el reventar de las castañas, siempre reventaban algunas pese a que se les hacía una hendidura con la navaja.

Pedro como hecho de menos las castañas que mi abuelo nos hacia como tu bien dices en una lata de escabeche, hacia los agujeros con una punta y despues las colgaba de un gancho que descendia de la chimenea. Las de aqui de Malaga las asan en perolas y les echan sal para que revivan las ascuas.
No es que pierdas interes en las castañas, lo que pierdes es que la encia envejece y no es lo mismo tener 20 años que 50 o 60.
Donde has estado este puente (mejor dicho este acueducto). Azulturquesa, ¿que tal llego Esther? Aunque le hiciste un llamamiento a Ana Maria (no ha visto tu escrito), yo creo que alli empieza el verano y gusta ir a la piscina o la playa

¿Este acueducto? Oh amiga, yo no he disfrutado jamás de puentes laborales, es más… generalmente, cuando hay dos días seguidos de fiesta se nos plantea abrir un medio día y, con mucha suerte, si nos deja la competencia cerramos.

El día de todos los santos no hemos abierto, siempre nos han dado fiesta; ese día me levante temprano para adelantar las cosillas de casa. Mi esposa se encargó de meter las lavadoras, planchar y darle una pasada al aspirador tras pasar la bayeta por todos los muebles antes de que llegara la hora de irse a la parroquia para pasar las presentaciones que acostumbra en el ordenador. Se encarga de poner las oraciones y en pantalla para que los feligreses las lean y acompañen al coro. Antes, tiempo atrás, yo también participaba un mucho en el grupo de liturgia y cantaba en las auroras, pero me cansé. Sin darme cuenta entraba en unos compromisos que me restaban la libertad de destinar el poco tiempo libre que tenía en otras ambiciones personales. Ahora ya es rara la vez que me paso por la iglesia. En cierta ocasión nuestro cura (una bella persona) me paró en la calle y, a modo de broma, me dijo: “ ¡De rodillas pecador!”; me echaba de menos. Yo respondí con un: “Yo sólo me arrodillo ante Dios”. Y ahí quedó la cosa. Alguna vez aparezco en alguna que otra celebración y me pongo por atrás para que no me involucren en los oficios. Desde tiempos que no voy por ahí, prefiero quedarme en casa y acabar de hacer la cama, fregar la vajilla que se ha ido acumulando en la fregadera y, si es el caso, tender las lavadoras; bajo a por el periódico y el pan aprovechando un poco de tertulia con los vecinos que son algo herejes. Luego subo y me tumbo en el sofá con la prensa en las manos y algún que otro libro de mi interés. Entre tanto sucede, allá en la parroquia, mi esposa se apunta dos misas; le gusta el cura y que le den palmaditas en la espalda por la labor que ha presentado. Siempre vuelve con dolores de cabeza y, tras comer la comida que ya he preparado marcando el tiempo de que ella regrese, se mete en la cama y se toma una siesta larga. Yo también pero en el sofá viendo o escuchando “la caja tonta” que me arrulla el sueño y, al amparo de una manta muy legendaria por su recorrido histórico, me dejo vencer al sueño. Esto que te he contado sucede casi todos los domingos pero, el día de todos los santos, la mañana la pasé por Burlada comprando dos ramos de claveles y unos basales de vidrio para llevarlos al cementerio. Una excelente “ramera” me los compuso de una forma maravillosa, entre mezclados de una hoja y otro matojo extraño para mí pero que hizo destacar gentil y hermoso ese presente que deposité en el nicho y en la tumba de mis padres. Luego compré unas gosuas (pastel vasco) para tomar en el postre y me regresé solo, tal como había ido, hacia Mutilva antes de que regresaran de misa ya pasadas la una del medio día.

En fin, que esto da para media novela; lo dejamos aquí de momento. Saludos Mily.

Saludos pueblo.