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Amigo Porras, tras tus afirmaciones sobre la calidad de las diferentes carnes de alimañas que se pueden ingerir, todas ellas propias del campo rural que circunda nuestro pueblo y que, sin ninguna duda, aún se pueden conseguir si se buscan con astucia; decía yo en un principio que, tras lo que expones, se puede adivinar que tu ya has hincado el diente en tales manjares. Eso me recuerda a mi hermano Manuel. Él solía proveerse de una garrocha y más de una vez venía con algún lagarto a casa. Curtía la piel estirándola sobre una tabla. Yo, en cierta vez, quise probar con una culebrilla que nos encontramos en el Aneto en una actividad de supervivencia. No fue una gran experiencia. La membrana de su cuerpo, pues no llegaba aún a ser carne, no aportaba nada digno de ser alimento; terminó churrascada y molida entre mis manos ya sin piel (era tan sólo hueso fino y calcinado). Pensando sacarle provecho la metí en una lata de agua hirviendo que, con algunos nervios de cardos silvestres, nos proporcionó algo parecido a una sopa con cierto sabor a carne; pero muy difícil de detectar por la poca cantidad que se usó.
Con mis saludos
Con mis saludos