LAGUNILLA: Mily, amiga mía, eso de llevar gallinas a los toreros...

DESDE LA LONTANANZA DE MIS ESPACIOSOS RECUERDOS

Desde la mirada de Azulturquesa, viendo pasar los años; queda tras de nosotros tantas y tantas andanzas entre los rincones del recuerdo que asusta sentir el tiempo ya transcurrido y las mudanzas de realidades nuestras. Ahora son caprichos de nuestras sensibilidades retener aquella imagen de un pasado que reclama. Y el efecto de nuestros presentes fueron la esperanza de reencontrarnos en un regreso de nuestra aventura; salir fuera de nuestra tierra fue un amargo sabor a destierro y queremos reiniciar la partida desde aquellos últimos momentos. Cuando nuestros ojos dejaron de ver en el horizonte las fuentes, los bosques; nuestros corrales del concejo, los queridos y sufridos pisares de nuestras calles y las veladas sendas de nuestros huertos. El corazón entero palpita por no haber sufrido entre los nuestros las cosechas, los vareados olivos del invierno; las nieves en nuestras praderas, los aromas de las jaras y de los hornazos bien hechos. Llegamos a madurar como el castaño y se nos abren los erizos de nuestros sueños, besar con el alma la cuna nuestra y la de nuestros ancestros.

Pedro no me canso de decirte que eres buenisimo escribiendo. No se si tu recordaras, mi abuelo cuando tenia que hacer un regalo a alguien por agradecimiento era una galllina viva, yo recuerdo ir en el coche de linea, con una verguenza. y si fuiste alguna vez a los toros, la gente le regalaba a los toreros gallos y gallinas, fijate si eran el Viti o el Cordobes que toreaban todos los dias, debian de tener una granja, jajajaja.

Mily, amiga mía, eso de llevar gallinas a los toreros no creo yo que haya pasado de moda; aún hay quien, con ánimo de llamar cobarde al maestro, tiene la osadía de presentarse con ellas. Pero sí tienes razón, ya no están de costumbre llevar animales de obsequio a aquellas personas que se les debe un favor o, sin otro particular de agradecer con un gesto las atenciones recibidas por médicos o maestros. Ahora, el que más y el que menos, prefiere usar el presente de una buena pata ibérica o unas cajas de vino. Ni que decir tiene también la costumbre que en navidades se extendía por doquier en todos los ámbitos sociales, me refiero al aguinaldo; una sana y bienvenida manía de liberar la empresa un gastillo a favor de sus empleados, lo que se conocía por aguinaldo y que, a día de hoy, cada vez son menos los gestos de esa generosidad. Hemos entrado en el círculo vicioso de creer que no tenemos el porqué de sentirnos agradecidos con nadie, que es la obligación del individuo el tratarnos y atendernos con profesionalidad; esa profesionalidad que le exime de ser merecedor de apremios y dádivas que eran costumbres voluntarias pero que, de no cumplir con aquellos modos adquiridos en el tiempo, dejaban un mal sabor de boca al implicado; como si no tuviese la decencia de ser agradecido, poco más o menos que sentirse algo ingrato. Y lo mismo sucede con otra costumbre tan simple como el dar las ¡gracias! Se están dejando de lado rutinas de educación que, éstas al menos, no tienen disculpas. Son valores que señalan la buena crianza del sujeto en sí.

Un abrazo desde Navarra