RASTROS QUE ME LLEVAN A MI PUEBLO
Se llega a pasos cortos hasta el edificio que le alberga desde ya más de cuarenta años. Mira hacia arriba de la gran mole que presenta su fachada y echa de menos aquel balcón de madera en el que tantas veces asomaba para ver a los paisanos y escucharles hablar del campo. Gozaba atisbador sorprendiendo a fulano subirse al poyo para alcanzar el lomo de su mulo y copiosas maneras de quejarse que otros ahí desahogaban. Las señoras con sus atuendos oscuros partían y venían con ánforas sobre las caderas rebosando agua. Él se afeitaba sobre el balcón con la espuma en la cara. Qué familiar resulta el pueblo cuando uno se halla en casa.
Se llega a pasos cortos hasta el edificio que le alberga desde ya más de cuarenta años. Mira hacia arriba de la gran mole que presenta su fachada y echa de menos aquel balcón de madera en el que tantas veces asomaba para ver a los paisanos y escucharles hablar del campo. Gozaba atisbador sorprendiendo a fulano subirse al poyo para alcanzar el lomo de su mulo y copiosas maneras de quejarse que otros ahí desahogaban. Las señoras con sus atuendos oscuros partían y venían con ánforas sobre las caderas rebosando agua. Él se afeitaba sobre el balcón con la espuma en la cara. Qué familiar resulta el pueblo cuando uno se halla en casa.