LAGUNILLA: (3) EL QUE A BUEN ÁRBOL SE ARRIMA BUENA SOMBRA LE COBIJA...

(3) EL QUE A BUEN ÁRBOL SE ARRIMA BUENA SOMBRA LE COBIJA

Sacar adelante una familia supone un gran esfuerzo, una entrega sin condiciones en la que sólo importan ellos.

Sangüesa no era, ni por asomo, la ciudad que aportara un nivel digno en el futuro que esperábamos para nosotros. El salario no iba a alcanzar. Y no por ello lo intenté una y otra vez. Pedir más remuneración por mi aportación a la empresa era lo justo. Aquellos arduos esfuerzos en el matadero, las pulgas y la jornada sin límite; siempre predispuesto a ir en cualquier momento, salir de compras a los pueblos colindantes por el ganado y estar en el puesto de venta encarando el horario natural del servicio distanciaba la convivencia con mi gente y apenas compartíamos momentos en el día a día. Pero no conseguía más salario, si acaso un” ya veremos” que se prolongaba periódicamente hasta el olvido.
Estábamos esperando a mi primogénito, apenas faltaba un par de meses para que él viniera al mundo cuando, en el matadero, la competencia que estaba allí despellejando los corderos se fijó en mí. Alguien a mis espaldas le gritó al vanidoso encargado que yo tenía:
- ¡Juan que te gana el ayudante!- Entonces me observé… En mis profundas cavilaciones me hallaba ausente ante la gran habilidad que poseía ya despellejando y eviscerando aquellos animales. Pero no volví jamás al matadero. Fue el mismo Juan quien lo quiso así. Desde aquel día sólo iba a mi tienda para montar el mostrador y servir ¡Se acabaron las pulgas!