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(4) EL QUE A BUEN ÁRBOL SE ARRIMA BUENA SOMBRA LE COBIJA
El destino. Siempre pensé que nos guía un itinerario divino. Vino un hombre que ya conocía yo de Burlada, al parecer era natural de Sangüesa; me buscaba para ofrecerme un trabajo. Se había muerto un carnicero y su viuda necesitaba alguien cualificado para mantener en pie la carnicería. Era necesario para poder dar salida a la cuantiosa ganadería lanar que poseían en Arteta (valle de Hoyo).
Una escapada mientras todos comían hasta Burlada. Hice una demostración de mis conocimientos y, con un: “Ya te llamaremos” regresé a Sangüesa. Llegué tarde y no supe que disculpa poner al señor Roberto que me llamó a la tienda para que luego, al terminar el día, me pasara por la suya con dos cajas de pollos. Y, en ese intervalo de tiempo, me llamarón desde Burlada. Me dieron la conformidad y me permitieron darle los quince días a mi jefe para que se buscase otro carnicero.
Mi sueldo había aumentado un cuarenta por ciento, no me lo podía creer; estaba ahíto de felicidad. Volvía a casa.
El destino. Siempre pensé que nos guía un itinerario divino. Vino un hombre que ya conocía yo de Burlada, al parecer era natural de Sangüesa; me buscaba para ofrecerme un trabajo. Se había muerto un carnicero y su viuda necesitaba alguien cualificado para mantener en pie la carnicería. Era necesario para poder dar salida a la cuantiosa ganadería lanar que poseían en Arteta (valle de Hoyo).
Una escapada mientras todos comían hasta Burlada. Hice una demostración de mis conocimientos y, con un: “Ya te llamaremos” regresé a Sangüesa. Llegué tarde y no supe que disculpa poner al señor Roberto que me llamó a la tienda para que luego, al terminar el día, me pasara por la suya con dos cajas de pollos. Y, en ese intervalo de tiempo, me llamarón desde Burlada. Me dieron la conformidad y me permitieron darle los quince días a mi jefe para que se buscase otro carnicero.
Mi sueldo había aumentado un cuarenta por ciento, no me lo podía creer; estaba ahíto de felicidad. Volvía a casa.