NUNCA SALDREMOS DEL HAMBRE
¡Qué desafortunado somos! Nuestros padres, tras la guerra, no salían del puchero de legumbres con chorizo y tocino rancio; si acaso también un espinazo u oreja de cuto y rara vez, de no ser navidades, catábamos el cordero. Algunas cecinas de cabra vieja cuando el jamón de la matanza deja de existir y, no me hablen de terneros. Esa carne no entraba en casa, si acaso la vaca o algún filete de otras bestias menos nobles para el consumo de quienes no ahorran duros y se defienden con perras gordas. Familia numerosa de labradores, altos consumidores de patatas y borrajas; en el bosque se proveían gazapos silvestre y pececillos del rio, erizos o castañas; setas y hongos al aliño de huevos y espárragos trigueros que hallaban en los arrabales.
Hoy nuestro pueblo lo tiene crudo. Con la que se está organizando no habrá otra forma de subsistir que no sea el contenedor de la basura.
¡Qué desafortunado somos! Nuestros padres, tras la guerra, no salían del puchero de legumbres con chorizo y tocino rancio; si acaso también un espinazo u oreja de cuto y rara vez, de no ser navidades, catábamos el cordero. Algunas cecinas de cabra vieja cuando el jamón de la matanza deja de existir y, no me hablen de terneros. Esa carne no entraba en casa, si acaso la vaca o algún filete de otras bestias menos nobles para el consumo de quienes no ahorran duros y se defienden con perras gordas. Familia numerosa de labradores, altos consumidores de patatas y borrajas; en el bosque se proveían gazapos silvestre y pececillos del rio, erizos o castañas; setas y hongos al aliño de huevos y espárragos trigueros que hallaban en los arrabales.
Hoy nuestro pueblo lo tiene crudo. Con la que se está organizando no habrá otra forma de subsistir que no sea el contenedor de la basura.