(6) EL QUE A BUEN ÁRBOL SE ARRIMA BUENA SOMBRA LE COBIJA
Trabajar para la viuda parecía estar bien apadrinado. El dinero y algunas economías hogareñas permitían salir adelante. Nos quedamos hospedados en casa de un cuñado soltero que tenía el piso vacío. A pocos pasos de donde residían mis suegros. Mientras tanto ahorrábamos para la entrada de una vivienda propia que conseguimos en la misma calle, dos portales más abajo.
Algunos domingos me llamaba para ponerle un pedido a una pensión ubicada frente a la carnicería. No era un día de labor pero, como me pillaba en casa, accedía y me acercaba. Sin gratificación por ello. Quizás por dar muestra de agradecimiento. El sacarme de aquella ciudad y traerme a casa me hacía sentir deudor de ella. Tres años estuve esclavo agradecido de sus caprichos y abusos. No me dejaba ir ni de vacaciones. Me las pagaba. Pero más de un fin de semana pude disfrutar de su Patrol nueva. Llevarme a mi esposa y al hijo a la playa sintiéndome importante. Eran lujos prestados en pos de mi importante labor en la empresa. Ya le había triplicado las ventas. Los clientes, a su tienda, la llamaban la tienda de Pedro; cosa que le molestaba mucho.
Trabajar para la viuda parecía estar bien apadrinado. El dinero y algunas economías hogareñas permitían salir adelante. Nos quedamos hospedados en casa de un cuñado soltero que tenía el piso vacío. A pocos pasos de donde residían mis suegros. Mientras tanto ahorrábamos para la entrada de una vivienda propia que conseguimos en la misma calle, dos portales más abajo.
Algunos domingos me llamaba para ponerle un pedido a una pensión ubicada frente a la carnicería. No era un día de labor pero, como me pillaba en casa, accedía y me acercaba. Sin gratificación por ello. Quizás por dar muestra de agradecimiento. El sacarme de aquella ciudad y traerme a casa me hacía sentir deudor de ella. Tres años estuve esclavo agradecido de sus caprichos y abusos. No me dejaba ir ni de vacaciones. Me las pagaba. Pero más de un fin de semana pude disfrutar de su Patrol nueva. Llevarme a mi esposa y al hijo a la playa sintiéndome importante. Eran lujos prestados en pos de mi importante labor en la empresa. Ya le había triplicado las ventas. Los clientes, a su tienda, la llamaban la tienda de Pedro; cosa que le molestaba mucho.