TESTIMONIO DE UN RECUERDO
Cuando me paré a contemplar esta foto, más allá de la estampa de este buen hombre; reparé en las banastas de las repelas. No tanto en ese fruto sino en la propia canasta, esa artesanía que, muy difícil de equivocarme, debió realizar mi cuñado Demetrio en su taller de la calle mayor. Si la fecha es fiel a la crónica de este acontecimiento de 1961 aún regentaba él dicho oficio en el patio de la propia vivienda. Yo le vi en mi infancia, todavía lo recuerdo; ahí sentado en una pequeña banqueta y entre lazando los listones que daban al canasto su cuerpo. Una segurilla adaptada para tal evento, en forma de cuerno hozado con la puntera saliendo; servía ese vástago puntero para que aflojase ya lo hecho y pasar un remate del enganche que abrazaría el aro de aquel final que yo llamo cuello. Como era herramienta ancha también martilleaba con los reversos en los delicados como finos listones que taparían y sujetarían lo vasto del material. Eran las mismas hebras ya tejidas las que, aguzadas, eran empujadas con esos golpecitos hasta calar profundo y dejar bien preso aquel aro. En algunas ocasiones truncaba algunos espacios para dar asilo a los asideros y, la obra, aquí ya hubo terminado.
Ebanista Demetrio Muñoz González – natural de Monte Mayor del Río- Hijo de Julio (“el chino”)
Con mis Saludos: Pedro G. G.
Cuando me paré a contemplar esta foto, más allá de la estampa de este buen hombre; reparé en las banastas de las repelas. No tanto en ese fruto sino en la propia canasta, esa artesanía que, muy difícil de equivocarme, debió realizar mi cuñado Demetrio en su taller de la calle mayor. Si la fecha es fiel a la crónica de este acontecimiento de 1961 aún regentaba él dicho oficio en el patio de la propia vivienda. Yo le vi en mi infancia, todavía lo recuerdo; ahí sentado en una pequeña banqueta y entre lazando los listones que daban al canasto su cuerpo. Una segurilla adaptada para tal evento, en forma de cuerno hozado con la puntera saliendo; servía ese vástago puntero para que aflojase ya lo hecho y pasar un remate del enganche que abrazaría el aro de aquel final que yo llamo cuello. Como era herramienta ancha también martilleaba con los reversos en los delicados como finos listones que taparían y sujetarían lo vasto del material. Eran las mismas hebras ya tejidas las que, aguzadas, eran empujadas con esos golpecitos hasta calar profundo y dejar bien preso aquel aro. En algunas ocasiones truncaba algunos espacios para dar asilo a los asideros y, la obra, aquí ya hubo terminado.
Ebanista Demetrio Muñoz González – natural de Monte Mayor del Río- Hijo de Julio (“el chino”)
Con mis Saludos: Pedro G. G.