LAGUNILLA: En la posguerra de nuestra incivil guerra del 1936,...

En la posguerra de nuestra incivil guerra del 1936, la penuria de alimentos y productos de necesidad era tal en todo el país, que la miseria y el hambre se apoderaba de los hogares. Especialmente en las ciudades. En el campo siempre había algo que llevarse a la boca. La escasez era la tónica general, los precios por las nubes, la oferta mínima y la demanda, a pesar del hambre, por los suelos por falta de plata en los bolsillos de la inmensa mayoría de los españoles. Era tiempo de contrabando y estraperlo, practicas que, para algunos, fue la ocasión de sentar las bases de actuales fortunas.
Para paliar la situación de las ciudades, se creo una comisaría especial que tenía como fin trasladar los productos del campo a las ciudades y sustentar a la ingente masa humana que carecía de dinero, alimentos y forma de producirlos.
La despensa estaba en el medio rural, por lo que diariamente, sobre todo después de recoger las cosechas, recorrían los pueblos los funcionarios de esa comisaría escoltados por la Guardia Civil a fin de “cosechar” lo que en el campo habían producido y trasladarlo a las capitales. Se les expropiaba sus producciones a los campesinos y el justiprecio no era en metálico, se les daban unos bonos o recibos a cobrar “cuando se pudiera”, es decir, NUNCA. Era un robo en toda regla.
De los pueblos se llevaban todo lo que se pudiera comer: cereales, aceite, vino, garbanzos, lentejas, patatas, animales, etc.
Ante esta situación y, en previsión de no pasar hambre, los labriegos se las ingeniaban para ocultar sus productos de la rapiña gubernamental. En Lagunilla, uno de los productos susceptibles de ser intervenido era el ACEITE. A los efectos de obviar la requisa de ese preciado líquido, los productores practicaban en el suelo de sus cuadras, bodegas o en el campo un agujero en el que introducían los recipientes que lo contenían, después era cubierto de tierra y encima de ésta extendían la “cama del ganado” helecho y hoja de roble seca.