UN VERANO QUE NO ENVISTE
Dos días de sol y tres de agua. Seguimos de espectadores, no hubo una primavera lúcida y no vemos entrar con firmeza el amarillear del trigo, los pastos ahogados e intentos prados verdes. No madura el cereal ni el calor que los caliente. Se ha de trillar más tarde si la cosecha no se pierde. La ropa de abrigo se perpetúa y la manga corta, los trajes de baño y gafas protectoras yacen en los cajones esperando el turno que no viene. Otro día de agua y cielos cerrados como en noviembre.
Dos días de sol y tres de agua. Seguimos de espectadores, no hubo una primavera lúcida y no vemos entrar con firmeza el amarillear del trigo, los pastos ahogados e intentos prados verdes. No madura el cereal ni el calor que los caliente. Se ha de trillar más tarde si la cosecha no se pierde. La ropa de abrigo se perpetúa y la manga corta, los trajes de baño y gafas protectoras yacen en los cajones esperando el turno que no viene. Otro día de agua y cielos cerrados como en noviembre.