¡Estas son Juan Antonio! La de cordones de peonzas que habrán conocido. Venía muy bien entregada a ese último cabo del cordel, cuando incidía la peonza en la mano, tras haberla ceñido con todo el cordón; y tras los dedos quedaba esta ahuecada moneda que resistía la presión de aquella mano de quien fuese hábil lanzador. Un latigazo al vacío que la moneda soportaba para que no se nos escapase el cordón. También gasto de cinturas ornadas, sujetas al cinturón; emparejadas se sucedían dos a dos. Pantalones de pana o vaquera eran su capricho cuando se dejaban lucir ya sellada al cuero del caprichoso cinturón. Algunos sujetos con menos perras en la cartera que en el cinturón.