ABRIENDO CAMINO
Madruga cada mañana el sentimiento de volver a tomar esa ruta que me lleva al pueblo. Se mide la distancia de un futuro encuentro pasando las páginas del calendario con entusiasmo ciego. Y, cada día u hora, se arrastra pesada empujando las agujas de un reloj sin manillas; tachando números azules y rojos (jornadas y ocios) que separan dos puntos equidistantes de una partida y llegada, el traslado de un cuerpo. La senda ya está marcada, reposada en el manual de los anhelos; pronto, muy pronto… Llego.
Madruga cada mañana el sentimiento de volver a tomar esa ruta que me lleva al pueblo. Se mide la distancia de un futuro encuentro pasando las páginas del calendario con entusiasmo ciego. Y, cada día u hora, se arrastra pesada empujando las agujas de un reloj sin manillas; tachando números azules y rojos (jornadas y ocios) que separan dos puntos equidistantes de una partida y llegada, el traslado de un cuerpo. La senda ya está marcada, reposada en el manual de los anhelos; pronto, muy pronto… Llego.