VACACIONES EN SALAMANCA (segunda parte)
Un taconeado ir y venir recorría el pasillo, entraba en la sala dejando ecos de su presencia mientras iba retornando mi mente y percatándose de la brisa nocturna que se colaba del balcón y revoloteaba las cortinas. Tronó. Las nubes que se habían congregado según moría la tarde ya eran oscuros nimbos, estrato fiel a las tormentas estivales que se forman de súbito. Cayó un estruendoso chaparón impresionante que atrajo la curiosidad de todas las familias que tenían ventanas a la calle. Yo di mi conformidad a lo que me contaban hija y madre sin despegarme de esa postura yacente tan familiar para todos los que abordamos tan moderno jergón. Se prolongo largas horas, lo suficiente para soslayar tal acontecimiento y volver nuestras curiosidades sobre otros intereses.
- ¡Pedro ven un momento! - (¿…?) Vaya un coñazo (me dije), con lo mal que estoy. Me incorporé a duras penas y me acerqué al dormitorio. Junto al ordenador estaba ella ilusionada de haber encontrado un hotel en Salamanca con piscina.
Un taconeado ir y venir recorría el pasillo, entraba en la sala dejando ecos de su presencia mientras iba retornando mi mente y percatándose de la brisa nocturna que se colaba del balcón y revoloteaba las cortinas. Tronó. Las nubes que se habían congregado según moría la tarde ya eran oscuros nimbos, estrato fiel a las tormentas estivales que se forman de súbito. Cayó un estruendoso chaparón impresionante que atrajo la curiosidad de todas las familias que tenían ventanas a la calle. Yo di mi conformidad a lo que me contaban hija y madre sin despegarme de esa postura yacente tan familiar para todos los que abordamos tan moderno jergón. Se prolongo largas horas, lo suficiente para soslayar tal acontecimiento y volver nuestras curiosidades sobre otros intereses.
- ¡Pedro ven un momento! - (¿…?) Vaya un coñazo (me dije), con lo mal que estoy. Me incorporé a duras penas y me acerqué al dormitorio. Junto al ordenador estaba ella ilusionada de haber encontrado un hotel en Salamanca con piscina.