MADRUGÓN
En mi tercer día en el pueblo me entró el capricho de visitar Mata Santana. Quería medir un castaño pero el guía debía de hacer otras vicisitudes diarias que marcaban un imposible si no se madrugaba. Daba la sensación de que no quería cooperar, ya que el castaño no le merecía interés; Además tenía que llevar hasta Peñacaballera al hijo de su compañera antes de las siete. Quería aprovechar la fresca para ir al huerto pero, antes, tenía que comprar en un almacén de Extremadura unos sacos de pienso. Difícil de coordinar si no se ponía un orden madrugador.
-Tú, si cuando me levante estás preparado, vendrás con nosotros. Si no me esperas ahí, donde la parada del autobús; y a la vuelta te recojo. –No confía en mi palabra.
¡Que sí, que estaré listo antes de que te levantes! A demás quiero que nos acerquemos al castillo de Montemayor. Ya… estando tan cerca lo quiero verlo por fuera y sacarle unas fotos. Puso un gesto desaprobador. Pero no hizo réplica. Estaba claro que le estaba tocando los “me moles” mis compromisos. En fin, puse el despertador a las seis y media. Cuando sonó y me vestí aún no se había despertado nadie. Esperé en el balcón fumando mientras afinaba el oído por si ¡Ya…! Pero los minutos de espera se eternizaban. Al fin se barruntaba movimiento en la casa. Bajé a la calle y esperé sentado en un banco de madera que tienen pegado a la pared. Otro purito en la boca para medir mi paciencia. Las siete pasadas y todavía no nos hemos puesto en marcha.
En mi tercer día en el pueblo me entró el capricho de visitar Mata Santana. Quería medir un castaño pero el guía debía de hacer otras vicisitudes diarias que marcaban un imposible si no se madrugaba. Daba la sensación de que no quería cooperar, ya que el castaño no le merecía interés; Además tenía que llevar hasta Peñacaballera al hijo de su compañera antes de las siete. Quería aprovechar la fresca para ir al huerto pero, antes, tenía que comprar en un almacén de Extremadura unos sacos de pienso. Difícil de coordinar si no se ponía un orden madrugador.
-Tú, si cuando me levante estás preparado, vendrás con nosotros. Si no me esperas ahí, donde la parada del autobús; y a la vuelta te recojo. –No confía en mi palabra.
¡Que sí, que estaré listo antes de que te levantes! A demás quiero que nos acerquemos al castillo de Montemayor. Ya… estando tan cerca lo quiero verlo por fuera y sacarle unas fotos. Puso un gesto desaprobador. Pero no hizo réplica. Estaba claro que le estaba tocando los “me moles” mis compromisos. En fin, puse el despertador a las seis y media. Cuando sonó y me vestí aún no se había despertado nadie. Esperé en el balcón fumando mientras afinaba el oído por si ¡Ya…! Pero los minutos de espera se eternizaban. Al fin se barruntaba movimiento en la casa. Bajé a la calle y esperé sentado en un banco de madera que tienen pegado a la pared. Otro purito en la boca para medir mi paciencia. Las siete pasadas y todavía no nos hemos puesto en marcha.