LA DESPENSA RURAL
Son casuchas aquellas, las que recuerdo que habitaban las bestias, las últimas de la calle o las que quedaban desoladas en plazuelas ya sin vecinos; algunas con excepciones por el motivo que sea. Yo recuerdo siempre calles mudas, cerradas o respaldadas a las que frecuenta la familia rústica de aquellos años. Si es verdad que, por sus vicisitudes, entraban y salían de sus portones los serranos y serranas, pastores y ganaderos ellos, con cierta y habitual secuencia; pero no eran, como ya he dicho, habitáculo humano donde colgar la colada o desenvainar las habichuelas mientras compartes sentado en tertulia la compañía familiar de tus vecinos. Ahí, simplemente, se trabajaba un rato en el que se ordeñaba y limpiaba el pesebre, se extendía la camada o se aseaba la de la noche anterior (ciemo elaborado en casa). Y, sus inquilinos, eran las vacas, burros; cabras y ovejas. También se destinaron a pocilgas que se llenaron de lechones y, por qué no, hubo gallinas pintas compartiendo todo espacio; lo mismo sea cuadra, pocilga y gallinero, un corral con chotos, gatos, perros… poner animales era futuro y seguridad de tener un bocado cierto. Y, los que vivieron la escasez en otros tiempos, aseguran ahora las condiciones necesarias para que la tripa no eche en falta su función pese a trajinar como mulas.
Son casuchas aquellas, las que recuerdo que habitaban las bestias, las últimas de la calle o las que quedaban desoladas en plazuelas ya sin vecinos; algunas con excepciones por el motivo que sea. Yo recuerdo siempre calles mudas, cerradas o respaldadas a las que frecuenta la familia rústica de aquellos años. Si es verdad que, por sus vicisitudes, entraban y salían de sus portones los serranos y serranas, pastores y ganaderos ellos, con cierta y habitual secuencia; pero no eran, como ya he dicho, habitáculo humano donde colgar la colada o desenvainar las habichuelas mientras compartes sentado en tertulia la compañía familiar de tus vecinos. Ahí, simplemente, se trabajaba un rato en el que se ordeñaba y limpiaba el pesebre, se extendía la camada o se aseaba la de la noche anterior (ciemo elaborado en casa). Y, sus inquilinos, eran las vacas, burros; cabras y ovejas. También se destinaron a pocilgas que se llenaron de lechones y, por qué no, hubo gallinas pintas compartiendo todo espacio; lo mismo sea cuadra, pocilga y gallinero, un corral con chotos, gatos, perros… poner animales era futuro y seguridad de tener un bocado cierto. Y, los que vivieron la escasez en otros tiempos, aseguran ahora las condiciones necesarias para que la tripa no eche en falta su función pese a trajinar como mulas.