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LAGUNILLA: PASTAR...

PASTAR

Siempre me gustó mi pueblo. Esos prados tan verdes, sus canchales y arroyos; las vacas, los burros; los bosques roblados y las gallinas con sus gallos. El olor de las cuadras, las cabras merodeando en los caminos que cruzan los serranos; las sombras que dan los castaños y los rebollos sobre los helechos verdes entre paredes cercados. Las raíces de la buena gente asomada en vetustas calles y los poyos de granito bajo los balcones que crujen recuerdos pasados ¡Ay, cántaros y jarras! Botijos que van al caño por angostas callejas haciendo el camino de huellas jóvenes y viejas. Canastas de ropa con aroma de graso jabón de sebo que dejaron los sudores en la poza gris de todo el pueblo. Viste pana y planchado el blanco cuello el labrador que madruga en aguardiente, perrunillas y café de puchero. Hogaza de pan tostado en el horno que hace babear al queso duro de cabra o sudar las morcillas del morral que se aventura con atrevido calzado a pisar arrieros pedregales del destino pastoril. Me gusta la vesánica y graciosa naturalidad ruda de ese comportamiento noble y sano de mis paisanos sin complejos cuando los contemplo en verano.
Yo siempre voy a mi pueblo a pastar energía y rumiar raíces que son tanto de ellos como mías.
Un fuerte abrazo a todos.