
LA CABRA SIEMPRE TIRA AL MONTE
Seguramente cada cual tiene su fobia, su aprensión a cierta manera de vivir; no se adapta o ni siquiera está programado en su foro biológico para convivir en otro hábitat que no sea el suyo natural. Hoy somos cabras montesas encerradas en un circuito inmenso de imposiciones. Moles de hormigón dispuestas en habitáculos de los que apenas salimos. En unos producimos y en otros nos recuperamos de la fatigosa actividad cuando no somos ingresados en los centros de salud urgente; siempre un techo, un suelo y las propias paredes que nos aprisionan. Desde una ventana, si está lo bastante alta y se puede atisbar el cielo, observamos la libertad infinita y las posibilidades creativas de una mente viajera. En lontananza, donde apenas interviene la mano humana, aún se suceden las joroba salvajes de una cordillera de crespa roca y laderas emboscadas que, en tramontana, se ocultan unas a otras huyendo de la gente civilizada.
Hay espíritus libres como las cabras.
Seguramente cada cual tiene su fobia, su aprensión a cierta manera de vivir; no se adapta o ni siquiera está programado en su foro biológico para convivir en otro hábitat que no sea el suyo natural. Hoy somos cabras montesas encerradas en un circuito inmenso de imposiciones. Moles de hormigón dispuestas en habitáculos de los que apenas salimos. En unos producimos y en otros nos recuperamos de la fatigosa actividad cuando no somos ingresados en los centros de salud urgente; siempre un techo, un suelo y las propias paredes que nos aprisionan. Desde una ventana, si está lo bastante alta y se puede atisbar el cielo, observamos la libertad infinita y las posibilidades creativas de una mente viajera. En lontananza, donde apenas interviene la mano humana, aún se suceden las joroba salvajes de una cordillera de crespa roca y laderas emboscadas que, en tramontana, se ocultan unas a otras huyendo de la gente civilizada.
Hay espíritus libres como las cabras.