UN HUEVO SERENO
Este nido me recuerda el serón. Aquella cosa que usaba mi padre para llevar y traer materiales con el mulo risco arriba o risco abajo y, en el que algunas veces, viajaba yo. No era nada cómodo ir dentro de aquel esparto vasto, agarrado en el bocal; estirando la nuca por poder respirar; los pies presos en su convergente final, uno sobre otro atrapado por aquel cono que, en tan sufrido recorrido, jamás podré olvidar.
Ahí veo un huevo espaciado, fresco; más lúcido y sereno que los de la anécdota del serón serrano que hoy acabo de narrar.
Este nido me recuerda el serón. Aquella cosa que usaba mi padre para llevar y traer materiales con el mulo risco arriba o risco abajo y, en el que algunas veces, viajaba yo. No era nada cómodo ir dentro de aquel esparto vasto, agarrado en el bocal; estirando la nuca por poder respirar; los pies presos en su convergente final, uno sobre otro atrapado por aquel cono que, en tan sufrido recorrido, jamás podré olvidar.
Ahí veo un huevo espaciado, fresco; más lúcido y sereno que los de la anécdota del serón serrano que hoy acabo de narrar.