LA BODEGA DE NUESTROS RECUERDOS
Qué lejos queda aquel portón enorme tras el que en casa se guardaban las cosas. Nevera natural del hogar oscuro en orden, tal son hoy nuestros combis frigoríficos; apartados para bebidas, frutas; quesos y charcuterías al corte con plásticos y, sin clavos, donde colgar las ristras de chorizos o jamones tal antaño. No hallan espacio por el suelo las patatas ni cebollas; ¿dónde ponemos una horca de ajos? Si ya tan solo gastamos unas cabezas ¿Quiénes, viviendo en pisos, hacen mondongos de sus matanzas y guardan los elementos necesarios en excelsa despensa? Una estaca en la pared clavada, entre el adobe y la piedra, suspende y aleja del raso calderos, romanas y abigarrados utensilios que fueron de aquella era. Y de niño yo miraba aquella colosal puerta, la cueva donde “Alibabá” guardaba tesoros y nosotros fuimos cuarenta.
Qué lejos queda aquel portón enorme tras el que en casa se guardaban las cosas. Nevera natural del hogar oscuro en orden, tal son hoy nuestros combis frigoríficos; apartados para bebidas, frutas; quesos y charcuterías al corte con plásticos y, sin clavos, donde colgar las ristras de chorizos o jamones tal antaño. No hallan espacio por el suelo las patatas ni cebollas; ¿dónde ponemos una horca de ajos? Si ya tan solo gastamos unas cabezas ¿Quiénes, viviendo en pisos, hacen mondongos de sus matanzas y guardan los elementos necesarios en excelsa despensa? Una estaca en la pared clavada, entre el adobe y la piedra, suspende y aleja del raso calderos, romanas y abigarrados utensilios que fueron de aquella era. Y de niño yo miraba aquella colosal puerta, la cueva donde “Alibabá” guardaba tesoros y nosotros fuimos cuarenta.