La estación de nuestra niñez!
Este año he vuelto, hacía tiempo que no lo hacía. Visitar este lugar como aquel que visita la primera estación de nuestra vida, donde empezó todo, el andén donde dejamos abrazos de bienvenida y adioses compungidos hace muchos años, muchosss.
Donde tantos niños y no tan niños de Lagunilla subieron por primera vez a un tren de madera arrastrado por una gigantesca locomotora envuelta en vapor y humo, chirridos de ruedas de hierro y unos bocinazos acompasados la acompañaba en su arrancar ronco, casi asmático a la infernal máquina. Para siempre quedó marcado en nuestro cerebro los sonidos de “Un tren de humo”.
¡Puerto de Bejar! En otro tiempo lugar de partida y llegada de numerosos destinos, donde a más de uno el corazón se le ensanchaba o encogía. La espera o la despedida marcaba los ánimos. Para otros muchos fue punto de salida hacia lo desconocido y la esperanza de muchas personas en un viaje anhelando encontrar una lugar que mejorase la situación de vida para sus familias, para la mayoría donde se empezaron a fraguar sus añoranzas. Seguro que después de tanto tiempo, las expectativas nos han superado y para algunos el resultado de lo esperado, inesperado!. Como la vida misma!
Una imagen. Un lugar como el otoño,,,,, me he sentido desarbolado en mis recuerdos.
Saludos.
Este año he vuelto, hacía tiempo que no lo hacía. Visitar este lugar como aquel que visita la primera estación de nuestra vida, donde empezó todo, el andén donde dejamos abrazos de bienvenida y adioses compungidos hace muchos años, muchosss.
Donde tantos niños y no tan niños de Lagunilla subieron por primera vez a un tren de madera arrastrado por una gigantesca locomotora envuelta en vapor y humo, chirridos de ruedas de hierro y unos bocinazos acompasados la acompañaba en su arrancar ronco, casi asmático a la infernal máquina. Para siempre quedó marcado en nuestro cerebro los sonidos de “Un tren de humo”.
¡Puerto de Bejar! En otro tiempo lugar de partida y llegada de numerosos destinos, donde a más de uno el corazón se le ensanchaba o encogía. La espera o la despedida marcaba los ánimos. Para otros muchos fue punto de salida hacia lo desconocido y la esperanza de muchas personas en un viaje anhelando encontrar una lugar que mejorase la situación de vida para sus familias, para la mayoría donde se empezaron a fraguar sus añoranzas. Seguro que después de tanto tiempo, las expectativas nos han superado y para algunos el resultado de lo esperado, inesperado!. Como la vida misma!
Una imagen. Un lugar como el otoño,,,,, me he sentido desarbolado en mis recuerdos.
Saludos.
Manchega yo también me alegro mucho que hayas regresaado "esa parada del tren frente al bar y de casa de Adriano.! que tiempos mas bonitos! Después de llevarnos mi abuelo en la jaca a coger el tren. ese tren que no para de echar humo me parecía lo mejor. todavia recuerdo mi maleta de carton. No os quiero aburrir con mis recuerdos, pero manchega lo narra de tal manera queuna le vuelve la nostalgia, un beso para todos
Hasta finales de diciembre de 1984, con cierta periodicidad, tenía la oportunidad de pasar por esas antiguas instalaciones ferroviarias. En aquella época todavía circulaban trenes de pasajeros y de mercancía; eran pocos los servicios: un ferrobús, otro de composición mixta y otro más, de los llamados entonces “Ter”; también alguna que otra composición de mercancías. Los dos primeros unían Salamanca con Palazuelo Empalme (Monfragüe ahora) y el “Ter” unía Gijón con Sevilla. Todos hacían el servicio en uno y otro sentido, por lo que diariamente unos 6 ó 7 trenes pasaban por esa estación. En aquellas fechas, otros medios de transporte habían superado al tren en flexibilidad, rapidez y comodidad; los potenciales usuarios del ferrocarril habían renunciado a utilizarlo.
En la estación de Puerto de Béjar, al igual que centenares de todo el país, ya no había empleados que se ocuparan de vender billetes, dar la salida al tren o admitir mercancías; la estación había pasado a ser un simple apeadero donde se detenían los trenes el tiempo imprescindible para permitir la bajada o subida de algún viajero, o para entregar y recibir/entregar la correspondencia con destino a la estafeta que existía en Puerto de Béjar, de la cual dependía la cartería de Lagunilla.
La actividad que en otro tiempo había tenido esa infraestructura había desaparecido. Cada vez que la visitaba, a mi memoria venían recuerdos de la niñez. Recordaba aquella estación llena de actividad: viajeros que iban o venían de Salamanca, Béjar, Plasencia, Madrid…; talleres en los que hacían miles de toneles que se repartían por toda la geografía a través del ferrocarril; vagones que llevaban cereales y piensos; trenes que descendían desde Astorga con ovejas hacía Extremadura en otoño y retornaban en primavera hacía el norte; otros con cerdos que desde las dehesas extremeñas se dirigían a los mataderos de Guijuelo.
Recuerdo que cuando llegábamos desde el norte para pasar unos días en el pueblo, mientras hacíamos tiempo para tomar el coche de línea, acudíamos a casa de unos parientes de mi madre que vivían enfrente de la estación del ferrocarril. Mi memoria ya no tiene sus nombres y si eran familia por parte de la abuela o del abuelo. Después, llegada la hora del coche de línea, marchábamos hasta la cercana casa de Adriano donde paraba la “Empresa”, como se decía en el pueblo.
Mily, la casa de Adriano no está junto a la estación, se ubica al lado de la N-630, en el antiguo cruce con la carretera de nuestro pueblo. Era una casa que me fascinaba, por su ubicación, con aquellos árboles que daban una fresca sobra en verano y flores que franqueaban la entrada, el suelo del interior compuesto de enormes lanchas de gruesa pizarra negra, el alto mostrador y las rústicas estanterías llenas de botellas de licores que ya casi no se ven en parte alguna (Fundador, 103, Soberano, El Mono, …) y, sobre todo, el carácter amable y acogedor de Adriano y sus hermanas. Por cierto, hará como cuatro o cinco años, imposible precisar, una mañana que mis ocupaciones me lo permitían paré a tomarme un café. Adriano había fallecido hacía un tiempo, pero sus hermanas todavía vivían; me presenté, les dije de qué familia era y me alegró saber que habían conocido a bastantes de mis familiares y que habían tenido alguna relación próxima, incluso parientes cercanos; creo, aunque no puedo afirmarlo, ellas tenían ascendencia en Lagunilla.
Como todos conocéis, a espaldas de la casa transcurre la antigua vía de La Plata y, hay quien dice o supone, que en ese lugar existió una mansión que servía a los romanos para pasar la noche y descansar, cambiar de caballos o controlar ese paso estratégico que permite salvar la cordillera. ¿La casa de Adriano tendría sus antecedentes en esa remota época?, desde luego, en lo que yo recuerdo, esa casa hacía funciones similares a las masio de Roma.
En la estación de Puerto de Béjar, al igual que centenares de todo el país, ya no había empleados que se ocuparan de vender billetes, dar la salida al tren o admitir mercancías; la estación había pasado a ser un simple apeadero donde se detenían los trenes el tiempo imprescindible para permitir la bajada o subida de algún viajero, o para entregar y recibir/entregar la correspondencia con destino a la estafeta que existía en Puerto de Béjar, de la cual dependía la cartería de Lagunilla.
La actividad que en otro tiempo había tenido esa infraestructura había desaparecido. Cada vez que la visitaba, a mi memoria venían recuerdos de la niñez. Recordaba aquella estación llena de actividad: viajeros que iban o venían de Salamanca, Béjar, Plasencia, Madrid…; talleres en los que hacían miles de toneles que se repartían por toda la geografía a través del ferrocarril; vagones que llevaban cereales y piensos; trenes que descendían desde Astorga con ovejas hacía Extremadura en otoño y retornaban en primavera hacía el norte; otros con cerdos que desde las dehesas extremeñas se dirigían a los mataderos de Guijuelo.
Recuerdo que cuando llegábamos desde el norte para pasar unos días en el pueblo, mientras hacíamos tiempo para tomar el coche de línea, acudíamos a casa de unos parientes de mi madre que vivían enfrente de la estación del ferrocarril. Mi memoria ya no tiene sus nombres y si eran familia por parte de la abuela o del abuelo. Después, llegada la hora del coche de línea, marchábamos hasta la cercana casa de Adriano donde paraba la “Empresa”, como se decía en el pueblo.
Mily, la casa de Adriano no está junto a la estación, se ubica al lado de la N-630, en el antiguo cruce con la carretera de nuestro pueblo. Era una casa que me fascinaba, por su ubicación, con aquellos árboles que daban una fresca sobra en verano y flores que franqueaban la entrada, el suelo del interior compuesto de enormes lanchas de gruesa pizarra negra, el alto mostrador y las rústicas estanterías llenas de botellas de licores que ya casi no se ven en parte alguna (Fundador, 103, Soberano, El Mono, …) y, sobre todo, el carácter amable y acogedor de Adriano y sus hermanas. Por cierto, hará como cuatro o cinco años, imposible precisar, una mañana que mis ocupaciones me lo permitían paré a tomarme un café. Adriano había fallecido hacía un tiempo, pero sus hermanas todavía vivían; me presenté, les dije de qué familia era y me alegró saber que habían conocido a bastantes de mis familiares y que habían tenido alguna relación próxima, incluso parientes cercanos; creo, aunque no puedo afirmarlo, ellas tenían ascendencia en Lagunilla.
Como todos conocéis, a espaldas de la casa transcurre la antigua vía de La Plata y, hay quien dice o supone, que en ese lugar existió una mansión que servía a los romanos para pasar la noche y descansar, cambiar de caballos o controlar ese paso estratégico que permite salvar la cordillera. ¿La casa de Adriano tendría sus antecedentes en esa remota época?, desde luego, en lo que yo recuerdo, esa casa hacía funciones similares a las masio de Roma.