De la profunda crisis que la que llevamos envueltos varios años y, a la que por mucho que prediquen unos y otros, no se le ve una salida próxima, podemos extraer muchas consecuencias que, sin duda, nos llevarían inevitablemente a recordar las muchas indecencias de las que se hacen eco los medios de comunicación. De éstas, la más evidente: la corrupción y el pillaje. Sin duda, las más mediáticas.
Pero hay otra crisis, si cabe más profunda todavía, por sus secuelas económicas y sociales, esa es la del sistema. Una crisis, en la cual, quienes se “esforzaron” para crear las condiciones y lograron el estallido de la misma (los políticos, banqueros, bancos centrales, FMI, empresarios y especuladores); resulta que son los que actualmente, están dictando la hoja de ruta a los países más débiles (Grecia y Portugal, por ejemplo) y para las personas (reformas laborales salvajes, destrucción de empleo, precariedad en las nuevas contrataciones, recortes de derechos y salarios; deterioro de la sanidad, enseñanza y otros servicios públicos…) y, además, por lo que parece, sin alternativas, si no es pasando la factura a los de siempre.
Este empeño por que sean los mismos que nos han metido en el fango quienes nos saquen del mismo, no es otra cosa, que un engaño sobre el propio engaño. Esta es una estafa sobre la propia estafa. La estafa de la salida de la crisis sobre la estafa de la crisis misma.
Quizá, cuestiones como éstas, sean las que han lanzado a una parte importante de la sociedad al desencanto, y como salida, buscar el revulsivo necesario en caladeros nuevos que nos prometen, no la regeneración del propio sistema, más bien la creación de otro de nuevo cuño.
Pero hay otra crisis, si cabe más profunda todavía, por sus secuelas económicas y sociales, esa es la del sistema. Una crisis, en la cual, quienes se “esforzaron” para crear las condiciones y lograron el estallido de la misma (los políticos, banqueros, bancos centrales, FMI, empresarios y especuladores); resulta que son los que actualmente, están dictando la hoja de ruta a los países más débiles (Grecia y Portugal, por ejemplo) y para las personas (reformas laborales salvajes, destrucción de empleo, precariedad en las nuevas contrataciones, recortes de derechos y salarios; deterioro de la sanidad, enseñanza y otros servicios públicos…) y, además, por lo que parece, sin alternativas, si no es pasando la factura a los de siempre.
Este empeño por que sean los mismos que nos han metido en el fango quienes nos saquen del mismo, no es otra cosa, que un engaño sobre el propio engaño. Esta es una estafa sobre la propia estafa. La estafa de la salida de la crisis sobre la estafa de la crisis misma.
Quizá, cuestiones como éstas, sean las que han lanzado a una parte importante de la sociedad al desencanto, y como salida, buscar el revulsivo necesario en caladeros nuevos que nos prometen, no la regeneración del propio sistema, más bien la creación de otro de nuevo cuño.