RESTOS
Lejos, muy lejos quedaron aquellos días en que nuestro pueblo olía a pueblo; ese aroma particular que exhalan las vacas, el heno de sus cuadras; el olor al cuero que impregna todo aquel hábitat de vicisitudes rústicas: aparejos, cinchas; zurrones, pellejos tendidos en el desván sobre el descanso de otras bestias de crin sudoroso que yacen en la oscuridad del pesebre paciendo avena, reventando ubres al choto sobre el bozo espumado en tierno trance ¡Ay pueblo! Olvido del canto desgañitado al alba que celebraban los gallos, reguero de pasiones sobre las ijadas húmedas que transportan cántaros y ¡Dios mío que lejano! ¿Dónde se perdió mi pueblo? Ese que añoro tanto.
Lejos, muy lejos quedaron aquellos días en que nuestro pueblo olía a pueblo; ese aroma particular que exhalan las vacas, el heno de sus cuadras; el olor al cuero que impregna todo aquel hábitat de vicisitudes rústicas: aparejos, cinchas; zurrones, pellejos tendidos en el desván sobre el descanso de otras bestias de crin sudoroso que yacen en la oscuridad del pesebre paciendo avena, reventando ubres al choto sobre el bozo espumado en tierno trance ¡Ay pueblo! Olvido del canto desgañitado al alba que celebraban los gallos, reguero de pasiones sobre las ijadas húmedas que transportan cántaros y ¡Dios mío que lejano! ¿Dónde se perdió mi pueblo? Ese que añoro tanto.