PROMESAS
Desde hace muchísimos años oí hablar de unos tíos que partieron para América, eran hermanos de mi madre que, en su recuerdo, se hacían presentes en los nombres de algunos de mis hermanos: Antonio, Manuel, Felisa y Ángela; me contaron algunas cosas de ellos, no muchas; las suficientes para que se despertara en mí la ilusión de conocerlos algún día. Era difícil acertar cuándo, era imposible juntar el dinero necesario para tal aventura; pero un año, cuando menos lo esperábamos, tras unas décadas de correspondencia; recibiendo aquellos sobres bonitos de banda azul con sellos sorprendentes que tanto me gustaba guardar, como digo… Aquel año nos palpitó fuertemente el corazón al saber que iban a venir; lo decía aquella última carta. Y fuimos todos a la estación de Pamplona, la única que sigue habiendo en Cuatro Vientos; comarca de San Jorge ¿Los reconoceremos cuando los veamos? Era una incógnita que me hacía vagamente porque, mi madre, seguro que aún conservaba el recuerdo de su rostro. Tía Felisa, se decía que era muy parecida a ella; pero… ¿Cómo conocer a los primos? No fue necesario tener tantas dudas, a penas empezaron a descender del vagón nos golpeó el corazón. Había en sus rostros ciertas réplicas familiares que los delataba ¡La llamada de la sangre! Nos dijimos.
Desde hace muchísimos años oí hablar de unos tíos que partieron para América, eran hermanos de mi madre que, en su recuerdo, se hacían presentes en los nombres de algunos de mis hermanos: Antonio, Manuel, Felisa y Ángela; me contaron algunas cosas de ellos, no muchas; las suficientes para que se despertara en mí la ilusión de conocerlos algún día. Era difícil acertar cuándo, era imposible juntar el dinero necesario para tal aventura; pero un año, cuando menos lo esperábamos, tras unas décadas de correspondencia; recibiendo aquellos sobres bonitos de banda azul con sellos sorprendentes que tanto me gustaba guardar, como digo… Aquel año nos palpitó fuertemente el corazón al saber que iban a venir; lo decía aquella última carta. Y fuimos todos a la estación de Pamplona, la única que sigue habiendo en Cuatro Vientos; comarca de San Jorge ¿Los reconoceremos cuando los veamos? Era una incógnita que me hacía vagamente porque, mi madre, seguro que aún conservaba el recuerdo de su rostro. Tía Felisa, se decía que era muy parecida a ella; pero… ¿Cómo conocer a los primos? No fue necesario tener tantas dudas, a penas empezaron a descender del vagón nos golpeó el corazón. Había en sus rostros ciertas réplicas familiares que los delataba ¡La llamada de la sangre! Nos dijimos.