PROMESAS
Y nos repartimos en nuestros vehículos para acercarlos a casa impresionados por aquella forma de hablar gaucha, una resonancia harto cariñosa que, en sus extrovertidas curiosidad de saber de nosotros, no cesaba de acariciar mis oídos - ¿Y vos “sos” el más chico? – Me preguntaba mi prima Ángela con una pollera provocativa para el adolescente que un servidor era; sus enjutas piernas me recordaba la famélica figura de mi hermano Antonio que, pese al gran apetito del que hacía gala, jamás ganaba peso. Llegamos al portal de nuestra vivienda tumultuosos, en una nube de interferencias acústicas provocadas por el cruce de conversaciones: vecinos que preguntaban cuando se paraban a saludar y nos entretenían la llegada. Un rato después íbamos subiendo los primeros peldaños pero… ¡Vaya con Ángela! Apenas llaga a Burlada y ya está fraguando un ligue (pienso al contemplar la “cháchara” que sostiene con un mozo apoyada en el umbral de entrada, bajo los timbres). Tía Felisa vuélve la cabeza y la echa en falta - ¿Dónde está tu hermana Ángela?- Le pregunta a José ¡Ahí anda “pelando la pava”! Yo estaba absorto escuchando tales frases. Pero aún no sabía qué era aquello de “pelar la pava”. Esta visita iba a ser muy interesante.
Y nos repartimos en nuestros vehículos para acercarlos a casa impresionados por aquella forma de hablar gaucha, una resonancia harto cariñosa que, en sus extrovertidas curiosidad de saber de nosotros, no cesaba de acariciar mis oídos - ¿Y vos “sos” el más chico? – Me preguntaba mi prima Ángela con una pollera provocativa para el adolescente que un servidor era; sus enjutas piernas me recordaba la famélica figura de mi hermano Antonio que, pese al gran apetito del que hacía gala, jamás ganaba peso. Llegamos al portal de nuestra vivienda tumultuosos, en una nube de interferencias acústicas provocadas por el cruce de conversaciones: vecinos que preguntaban cuando se paraban a saludar y nos entretenían la llegada. Un rato después íbamos subiendo los primeros peldaños pero… ¡Vaya con Ángela! Apenas llaga a Burlada y ya está fraguando un ligue (pienso al contemplar la “cháchara” que sostiene con un mozo apoyada en el umbral de entrada, bajo los timbres). Tía Felisa vuélve la cabeza y la echa en falta - ¿Dónde está tu hermana Ángela?- Le pregunta a José ¡Ahí anda “pelando la pava”! Yo estaba absorto escuchando tales frases. Pero aún no sabía qué era aquello de “pelar la pava”. Esta visita iba a ser muy interesante.