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LAGUNILLA: PROMESAS...

PROMESAS

Aquel año que vinieron se llevaron a la abuela. José me animó a irme con ellos al saber que era carnicero y que tenían donde ocuparme, quizás debí aceptar; pero ya estaba comprometido con otros proyectos que me quitaron el interés y, dejándolo en una promesa, les prometí que algún otro año iría; sonó a nunca. Él sonrió expresivo tal si así lo entendiera.
Era San Fermín, un día de esos en los que, como cualquier tarde de fiestas, nos acercamos a ver la salida de las peñas con sus charangas escandalosas; la multitud apretada, estrangulaba nuestro torpe caminar abriéndonos paso. Buscábamos un espacio ya alejado del suburbio tras terminar el evento. A duras penas llegó el sosiego al alcanzar una de las calles que confrontan la plaza (calle Roncesvalles). El bar La Olla era el único que se hallaba junto aquel puesto de ventas ambulantes donde José compró una bota de las tres Z. Fogoso se lanzó dentro, no dio tiempo a comunicarle que ese bar era caro, muy caro; ni corto ni perezoso salió con la bota llena de vino, el primer vino para una bota nueva; para tirarse del pelo. Aquí siempre se usa el más barato y, tras unos días se desecha; por aquello de fortalecer el pez.