LAGUNILLA: PROMESAS...

PROMESAS

Los hermanos de mi madre también tenían necesidad de disfrutar de la abuela. No la tenían desde hacía muchos años; Así que la nostalgia les pudo y la hicieron viajar hacia América cuando aún contaba con ochenta y poco más de años. Su naturaleza fuerte soportó tal cambio pero, pese a la alegría que le aportó volver a disfrutar de sus alejados hijos, una fuerza mayor le reclamaba; quien sabe si era el país, aquel pueblito de la sierra bejarana en el cual nació ¿Quién sabe? El hecho es que tras unos años recibió una carta nuestra y, desde aquel momento, su pecho se entristeció mucho añorando volver patéticamente. Mi tía la devolvió acompañada de su hijo José cuando ya cargaba noventa y un años a sus espaldas. Mi primo afirmó que nos adoraba viéndola arrojarse a nuestros brazos tras el desembarque.