AQUEL PUEBLO QUE FUE
Despunta el alba al desgañitado gallo ¡Kikirikiiii! El muy desgreñado, rey de relojes sin encadenado que descanse tras la sublimes telas del bolsillo pana, de aquel hortelano que encincha su mula temprano; aparejo y serón, serrano en sombrado; con hoz a la cintura, sobre la mano un sacho. Las calles empedradas hiriendo su calzado y, allá, horizontes y destinos, senderos empolvados; susurros de arroyos y verdes pastos. Naturaleza pétrea enmarcando prados salpicados de reptiles al sol, sobre los líticos huecos caldeados; aves de rapiña revoloteadoras buscando. El sustento de los carroñeros no falta ni, de quien sufre y padece vicisitudes sembrando y criando, puede hallar queja de tal agradecida despensa.
Despunta el alba al desgañitado gallo ¡Kikirikiiii! El muy desgreñado, rey de relojes sin encadenado que descanse tras la sublimes telas del bolsillo pana, de aquel hortelano que encincha su mula temprano; aparejo y serón, serrano en sombrado; con hoz a la cintura, sobre la mano un sacho. Las calles empedradas hiriendo su calzado y, allá, horizontes y destinos, senderos empolvados; susurros de arroyos y verdes pastos. Naturaleza pétrea enmarcando prados salpicados de reptiles al sol, sobre los líticos huecos caldeados; aves de rapiña revoloteadoras buscando. El sustento de los carroñeros no falta ni, de quien sufre y padece vicisitudes sembrando y criando, puede hallar queja de tal agradecida despensa.