AQUEL PUEBLO QUE FUE
Un traspié a ras de suelo eleva el dintel de la vieja casa ¡Huele rancio el lagar seco! Donde padre reventó las uvas. Puerta de doble hoja y una tranca nos cobija, escaleras de madera ceñidas contra la pared ¡Otro portón se abre! Ahí está la cocina, su lacena; el llar y la pira. Humea la viga. Ya no descansan travesaños, combados de morcillas; no gotean chorizos ni otras delicias. Son brumas de un recuerdo humilde, lleno de sonrisas. Se expande hacía el desván abigarrada silueta, un espectro del pasado; de pan caliente y suero filtrado en la artesa. Bastidores y palas, rastrillos y ramas de sarmiento secas; jergones oxidados que duermen ¡Angostas ráfagas de luz! Se cuelan entre las tejas ¡Cruje el piso! Rompe el descanso de una pizarra negra. Salón del sueño, resuello de existencia; habitáculos sin ventanas alrededor de una mesa. Botijo y jarra, porcelana cascada… Orinales nocturnos deambulan mientras, en las cuadras, amanezca.
Un traspié a ras de suelo eleva el dintel de la vieja casa ¡Huele rancio el lagar seco! Donde padre reventó las uvas. Puerta de doble hoja y una tranca nos cobija, escaleras de madera ceñidas contra la pared ¡Otro portón se abre! Ahí está la cocina, su lacena; el llar y la pira. Humea la viga. Ya no descansan travesaños, combados de morcillas; no gotean chorizos ni otras delicias. Son brumas de un recuerdo humilde, lleno de sonrisas. Se expande hacía el desván abigarrada silueta, un espectro del pasado; de pan caliente y suero filtrado en la artesa. Bastidores y palas, rastrillos y ramas de sarmiento secas; jergones oxidados que duermen ¡Angostas ráfagas de luz! Se cuelan entre las tejas ¡Cruje el piso! Rompe el descanso de una pizarra negra. Salón del sueño, resuello de existencia; habitáculos sin ventanas alrededor de una mesa. Botijo y jarra, porcelana cascada… Orinales nocturnos deambulan mientras, en las cuadras, amanezca.