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LAGUNILLA: De tarde en tarde me pierdo por sus calles. Me gusta...

De tarde en tarde me pierdo por sus calles. Me gusta recorrerlas, caminar sin prisas, mirar las fachadas, puertas y ventanas de sus casas; los enrejados, las balconadas o solanas de otros tiempos que, aunque ya no son tan numerosas, todavía hay; las fuentes cantarinas, a las que siendo niño iba a buscar agua fresca para comer estos días de verano. Los recuerdos de las personas que conocí y que ya no están con nosotros me llegan todavía nítidos. Cualquier detalle llama mi atención y en silencio me transporto a otra época.
No obstante, todo ha cambiado. El piso de las calles ya no está empedrado; es distinto, pero muy parecido al de cualquier otro lugar; la ventaja, la encontramos al caminar por un enlosado más regular. Lo mismo sucede con las numerosas viviendas nuevas o modernas, que poco o nada tienen que ver con esta zona de transición entre Castilla y Extremadura. Es el precio pagado a la “modernidad” que homogeniza los modos de vida en los distintos lugares. Sin embargo, enseguida detecto la limpieza de las rúas, la ausencia del olor tan característico que tenían un pueblo ganadero como el nuestro; ya no hay vacas o caballerías que asomen su cabeza por las puertas de los casillones o los bajos de las viviendas. Ahora las casas me parecen más blancas que nunca y lo que echo de menos es la ausencia de niños jugando en las plazuelas y calles. Obviamente, todavía no había llegado el verano, era primavera.