PUERTAS CERRADAS
Un día de aquellos, ya lejanos, me llegué a mi pueblo. Anduve calle arriba y calle abajo, quizás aún era temprano; el silencio frio, sepulcro asediador de casas selladas que hería los sentimientos se sucedían una y otra; como si fuese invierno. Se podía escuchar, todavía lejos, el gorgoteo impetuoso de los caños calando profundidades en los pilones; meciendo obas enardecidas que buscaban la luz desde sus profundidades. Yo también buscaba algo, no sé muy bien el que; quien sabe si acaso los años. Aquellas puertas concurridas de gentes y animales que se tropezaban en un salir u entrar, de poyos calientes, verborrea de cayados afinados al cuartillo de vino dulce en nuestros umbrales. La desgañitada voz de una madre que llama desde el balcón u ahora, segando la calma; poder contemplar mohínos animales cargados o libres tras un rabel. El pasado es puerta cerrada en cal y canto para los que se empeñan en él.
Saludos.
Un día de aquellos, ya lejanos, me llegué a mi pueblo. Anduve calle arriba y calle abajo, quizás aún era temprano; el silencio frio, sepulcro asediador de casas selladas que hería los sentimientos se sucedían una y otra; como si fuese invierno. Se podía escuchar, todavía lejos, el gorgoteo impetuoso de los caños calando profundidades en los pilones; meciendo obas enardecidas que buscaban la luz desde sus profundidades. Yo también buscaba algo, no sé muy bien el que; quien sabe si acaso los años. Aquellas puertas concurridas de gentes y animales que se tropezaban en un salir u entrar, de poyos calientes, verborrea de cayados afinados al cuartillo de vino dulce en nuestros umbrales. La desgañitada voz de una madre que llama desde el balcón u ahora, segando la calma; poder contemplar mohínos animales cargados o libres tras un rabel. El pasado es puerta cerrada en cal y canto para los que se empeñan en él.
Saludos.