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LAGUNILLA: José Antonio....

Hacía más de 30 años que no pasaba el día del Cristo en Lagunilla. Este año, durante el mes de agosto, pensamos en casa que había llegado el momento de asistir a la celebración; no obstante, teníamos pensado ir de mañana y volver por la tarde, pero no habíamos concretado nada y teníamos que gestionar el consiguiente permiso profesional para ese día.
El 2 de septiembre, recibí un mensaje de mi prima Angelines invitándonos al evento. Como respondí sin una respuesta clara y definitiva. Ese mismo día, a las 22:04 h, mientras cenábamos en el restaurante cervejaria A Lota, en la Rúa do Jardim do Regedor, a tiro de piedra de la Praça Restauradores, de la capital de Portugal; recibo una llamada de mi prima reiterándome la invitación y animándome. Le digo estoy de vacaciones y el 14 es laborable, tengo que gestionar el permiso, cosa que hasta el 9 que regreso al trabajo no podré hacer.
Resuelto lo anterior y avisados mis familiares de que el 14 estaremos allí, aunque iremos el domingo después de comer salimos de casa, no el viernes o sábado como querían.
Llegado el momento de la salida, nos asaltaron las dudas sobre la ropa a llevar. El tiempo, el domingo por la tarde cambió. El cielo se cubrió de nubes, comenzó a llover y bajó la temperatura. Consultamos la previsión del tiempo para el día siguiente en el pueblo: nubes y claros; escasa posibilidad de lluvias, pero descenso de la temperatura. No nos quedó otra solución que doblar el equipaje en evitación de contingencias imprevistas.
Todo el camino lo hicimos con lluvia suave; pero a medida que nos acercábamos a la sierra arreciaba y al poco de llegar al pueblo se intensificó y la temperatura cayó en picado, haciéndonos presumir que el 14 sería un día fresco y pasado por agua.
Al amanecer, nuestra sorpresa fue que la temperatura, aunque fresca era soportable aún en maga corta. Había nubes, “borreguitos en el cielo, charquitos en el suelo”, presagiaban un cambio. No inmediato. A medida que la jornada avanzaba, el sol se adueñaba de lo alto, la temperatura subía y el azul era el color predominante. No llovió, la procesión se celebró con brillantez y después de la misa las terrazas de los bares se llenaron de parroquianos. La tarde la dedicamos a pasear por el “Balcón de Extremadura”, cenamos en familia y retornamos a nuestro domicilio sin mayor novedad.
Al día siguiente, día 15, como no podía ser de otra forma, el refrán se cumplió: “Borreguitos en el cielo, charquitos en el suelo”. Llovió. Y por lo que me dicen copiosamente. Hoy también lo ha hecho.
Los entendidos dicen, que para la otoñada será bueno: los pastos crecerán, las setas pronto aparecerán, la aceituna y la castaña engordarán, la uva (donde esté sin vendimiar) también se beneficiará,… el agua ya hacía falta y, seguramente el Cristo de los Afligidos al que tantos cánticos y rogativas elevamos en el día de su fiesta, nos envió esas primeras aguas para paliar la falta de humedad en la tierra. No son suficiente para aliviar la sequía de alguna fuente o aumentar los menguados caudales de otras, pero otras vendrán. Entre tanto llegan, es de esperar, que la abundancia de tomates verdes en los huertos, puedan madurar.
Un saludo para todos

José Antonio.

He disfrutado un rato con tus instantáneas y relato del día 14, te lo agradezco sinceramente, siempre es un placer que la gente disfrute de unos sentimientos cercanos al sentir de uno.
Otro año, si las circunstancias no lo impiden intentaremos pasar este día en el pueblo.

Un saludo a todos y que la lluvia le sea propicia al pueblo, que falta le hacía.