El 20D, para no pocas personan tiene un carácter especial; con la esperanza de iniciar una nueva etapa, en la que las reformas políticas y económicas resuelvan los problemas que nos han llevado a esta profunda crisis, que afecta en buena medida, a lo que podríamos llamar, como problemas estructurales de España: diseño del Estado, valores, modelo productivo, corrupción, inversión en I+D+I, defensa del sector público (sanidad, educación y pensiones, fundamentalmente) dependencia, desempleo y un largo etc., esperan solución.
Por lo que vamos conociendo de los aspirantes a la Moncloa, nadie se cuestiona el mantenimiento del estado de bienestar conseguido en los últimos cuarenta años. Lo logrado en los años de democracia todos deseamos mantenerlo; pero para seguir con el mismo, se necesitan esfuerzos que casi nadie está dispuesto a realizar; en este sentido, los actores políticos muy poco han dicho sobre los esfuerzos que requerirá mantener el estado de bienestar actual, pequeños esbozos de Ciudadanos y PSOE, y, para de contar.
Como todo el mundo debería saber, por ejemplo, el sistema público de pensiones español es un sistema de los llamados de reparto, que básicamente quiere decir, que los trabajadores en activo actuales, mediante sus cotizaciones al sistema, hacen posible el pago de la jubilación a aquellas personas que durante su vida de trabajadores en activo adquirieron derechos con sus aportaciones.
Nuestro sistema, no solamente necesita tener trabajadores en activo que contribuyan; que sí, que los necesita; pero lo fundamental, desde mi punto de vista, es que esos trabajadores aporten cotizaciones cada vez más altas y esto solamente depende de que se tengan mejores salarios. O dicho de otra forma, que los activos pongan más dinero en la hucha de las pensiones que el gastado en el pago de las prestaciones a los pasivos.
Sin embargo, los salarios en nuestro país son tan bajos, que además de condicionar el futuro de España, están poniendo en riesgo el modelo de reparto del sistema de pensiones, lo que hace que en la práctica, nos estemos aproximando cada vez más a un sistema asistencial de pensiones. Dicho de otra forma, se nos dice y repite continuamente, que el que pueda que ahorre, que invierta, que se busque la vida suscribiendo planes de pensiones que les asegure un complemento en su vejez. Y quienes no lo hagan, ya tendrán más ayuda, la que en cada momento el Estado pueda dar.
En España nadie parece querer realizar un esfuerzo por salvar el sistema de pensiones actual. ¿Quién estaría dispuesto a incrementar la fiscalidad de las clases medias? Seguramente, esta no es la solución, pero si no se hace lo, más probable, es que los políticos quieran llevarnos a un modelo de pensiones similar al británico, un sistema asistencial. Si es así, que lo digan, puesto que lo hechos lo dan a entender.
Por lo que vamos conociendo de los aspirantes a la Moncloa, nadie se cuestiona el mantenimiento del estado de bienestar conseguido en los últimos cuarenta años. Lo logrado en los años de democracia todos deseamos mantenerlo; pero para seguir con el mismo, se necesitan esfuerzos que casi nadie está dispuesto a realizar; en este sentido, los actores políticos muy poco han dicho sobre los esfuerzos que requerirá mantener el estado de bienestar actual, pequeños esbozos de Ciudadanos y PSOE, y, para de contar.
Como todo el mundo debería saber, por ejemplo, el sistema público de pensiones español es un sistema de los llamados de reparto, que básicamente quiere decir, que los trabajadores en activo actuales, mediante sus cotizaciones al sistema, hacen posible el pago de la jubilación a aquellas personas que durante su vida de trabajadores en activo adquirieron derechos con sus aportaciones.
Nuestro sistema, no solamente necesita tener trabajadores en activo que contribuyan; que sí, que los necesita; pero lo fundamental, desde mi punto de vista, es que esos trabajadores aporten cotizaciones cada vez más altas y esto solamente depende de que se tengan mejores salarios. O dicho de otra forma, que los activos pongan más dinero en la hucha de las pensiones que el gastado en el pago de las prestaciones a los pasivos.
Sin embargo, los salarios en nuestro país son tan bajos, que además de condicionar el futuro de España, están poniendo en riesgo el modelo de reparto del sistema de pensiones, lo que hace que en la práctica, nos estemos aproximando cada vez más a un sistema asistencial de pensiones. Dicho de otra forma, se nos dice y repite continuamente, que el que pueda que ahorre, que invierta, que se busque la vida suscribiendo planes de pensiones que les asegure un complemento en su vejez. Y quienes no lo hagan, ya tendrán más ayuda, la que en cada momento el Estado pueda dar.
En España nadie parece querer realizar un esfuerzo por salvar el sistema de pensiones actual. ¿Quién estaría dispuesto a incrementar la fiscalidad de las clases medias? Seguramente, esta no es la solución, pero si no se hace lo, más probable, es que los políticos quieran llevarnos a un modelo de pensiones similar al británico, un sistema asistencial. Si es así, que lo digan, puesto que lo hechos lo dan a entender.
Durante décadas, los técnicos de las administraciones competentes y profesores universitarios, vienen avisando del problema que tenemos en España sobre las PENSIONES. Los políticos, sobre quienes recae la mayor parte de la responsabilidad del problema, no quieren darse por enterados, o no quieren decir la verdad, porque les haría impopulares y perderían votos.
Los expertos de los partidos políticos y, sobre todo, de las entidades bancarias y aseguradoras, tampoco dicen la verdad; al fin y a la postre, lo que les interesa son sus bolsillos (sus intereses). Los políticos no quieren perder ni un solo voto y los segundos son la voz de su amo.
¿Y la gente? ¿Qué hacemos la población en general? Pues simplemente, miramos para otro lado. No queremos escuchar la verdad. Los beneficiarios de pensiones no contributivas, los que fueron autónomos de cotizaciones mínimas, los que en activo tuvieron las rentas más bajas, reciben pensiones de miseria. Todos ellos tienen familiares en activo, pero que tienen similar comportamiento a los anteriores durante el tiempo que estuvieron en activo y, por lo tanto, conocen cuál será su futuro como pensionistas. Ahora imaginemos, que les pasará a uno y otros, si los recortes siguen produciéndose. La pobreza, de la que ya hablan los expertos independientes, la ONGs, los bancos de alimento, la propia Iglesia Católica, sin dudas, seguirá en aumento.
Los trabajadores con rentas más altas, los que ocupan posiciones de dirección, los cuadros y altos mandos, quienes tienen responsabilidad de gestión, quienes mínimamente están informados, saben que cada vez somos menos los habitantes del país, más mayores (17 millones de más de 60 años y casi 10 millones de jubilados); conocen que cada vez llegan menos cotizantes con salarios altos al sistema de pensiones; los nuevos son mileuristas o no llegan a esta “categoría”; por lo tanto, la hucha de la seguridad social recibe menos ingresos.
Por otro lado, vemos que cada vez se jubilan más personas, de momento, con pensiones medias y altas, que correspondieron a cotizaciones efectuadas en épocas de bonanza económica y, en consecuencia, a salarios más altos que los actuales. Año tras año, el déficit del sistema se incrementa y la hucha mengua.
¿Cuándo colapsará el actual sistema de pensiones? No lo sabemos, pero de seguir la tendencia actual no hará falta que pasen muchos años. Hay quien apunta el año 2030. A ciencia cierta nadie lo sabe. Conforme apuntan los estudiosos del tema, es seguro que el sistema acabará saltando por los aires. Después, quienes queden para contarlo, lo lamentarán y se escudarán en la herencia recibida para culpar a quienes les precedieron.
Los expertos de los partidos políticos y, sobre todo, de las entidades bancarias y aseguradoras, tampoco dicen la verdad; al fin y a la postre, lo que les interesa son sus bolsillos (sus intereses). Los políticos no quieren perder ni un solo voto y los segundos son la voz de su amo.
¿Y la gente? ¿Qué hacemos la población en general? Pues simplemente, miramos para otro lado. No queremos escuchar la verdad. Los beneficiarios de pensiones no contributivas, los que fueron autónomos de cotizaciones mínimas, los que en activo tuvieron las rentas más bajas, reciben pensiones de miseria. Todos ellos tienen familiares en activo, pero que tienen similar comportamiento a los anteriores durante el tiempo que estuvieron en activo y, por lo tanto, conocen cuál será su futuro como pensionistas. Ahora imaginemos, que les pasará a uno y otros, si los recortes siguen produciéndose. La pobreza, de la que ya hablan los expertos independientes, la ONGs, los bancos de alimento, la propia Iglesia Católica, sin dudas, seguirá en aumento.
Los trabajadores con rentas más altas, los que ocupan posiciones de dirección, los cuadros y altos mandos, quienes tienen responsabilidad de gestión, quienes mínimamente están informados, saben que cada vez somos menos los habitantes del país, más mayores (17 millones de más de 60 años y casi 10 millones de jubilados); conocen que cada vez llegan menos cotizantes con salarios altos al sistema de pensiones; los nuevos son mileuristas o no llegan a esta “categoría”; por lo tanto, la hucha de la seguridad social recibe menos ingresos.
Por otro lado, vemos que cada vez se jubilan más personas, de momento, con pensiones medias y altas, que correspondieron a cotizaciones efectuadas en épocas de bonanza económica y, en consecuencia, a salarios más altos que los actuales. Año tras año, el déficit del sistema se incrementa y la hucha mengua.
¿Cuándo colapsará el actual sistema de pensiones? No lo sabemos, pero de seguir la tendencia actual no hará falta que pasen muchos años. Hay quien apunta el año 2030. A ciencia cierta nadie lo sabe. Conforme apuntan los estudiosos del tema, es seguro que el sistema acabará saltando por los aires. Después, quienes queden para contarlo, lo lamentarán y se escudarán en la herencia recibida para culpar a quienes les precedieron.