Joaquín sobre Lamela, Cañete y el uranio charro
Publicado en FARO DE VIGO
Cuentan quienes se dedican a hacer un seguimiento de las cosas de Bruselas que el comisario de Energía y Cambio climático y su equipo tienen el récord de visitas de lobistas, es decir que han recibido a más que cualquier otro departamento.
El comisario, como sabemos, es el exministro español de Agricultura, Miguel Arias Cañete, y a los mediterráneos, especialmente a los españoles, nos gusta por supuesto ser corteses y hospitalarios, sobre todo con nuestros compatriotas.
Entre quienes han llamado a la puerta de esa comisaría europea está otro español, Manuel Lamela, que fue mano derecha de Arias Cañete en el ministerio antes de ser fichado como responsable de Sanidad de Madrid por Esperanza Aguirre, puesto en el que se dedicó a privatizar hospitales además de protagonizar algún escándalo mayúsculo con los médicos.
Según nos revelaba esta misma semana una emisora de radio, Lamela fue fichado, tras dejar su cargo en Madrid, por la empresa minera australiana Berkeley, que tenía un interés especial en obtener el permiso de la Comisión Europea para un a mina d e uranio en Salamanca.
Y, tras entrevistarse nuestro lobista con la gente de Bruselas, el comisario español puso su firma al pie del documento que autorizaba la apertura de esa mina a cielo abierto en la localidad de Retortillo. ¡Esa es perspicacia y y dinero bien empleado por la minera australiana!
Entre los ecologistas y en parte del vecindario del pueblo así como de los alrededores, e incluso en el vecino Portugal, la noticia ha causado fuerte inquietud porque una mina de uranio, y además a cielo abierto, no es cualquier cosa.
El uranio, como se sabe, se utiliza, enriquecido, en la industria nuclear, tanto para la fabricación de bombas atómicas como en los reactores nucleares, y sirve también, aunque empobrecido, para el revestimiento de proyectiles como los que emplearon en su día en la gue rra de I rak y se dice que también en la de Yugoslavia.
Es además un elemento tremendamente tóxico, y el polvo de uranio, así como los elementos derivados de ese metal como el radio, el polonio, el torio o el gas radón, productos de su desintegración, pueden contaminar las tierras, así como las aguas freáticas o de superficie.
De esa forma se convierte en un problema de salud -es cancerígeno y si se inhala puede atacar diversos órganos-, lo cual es especialmente grave si se tiene en cuenta además su vida media, que, según los diferentes isótopos, puede oscilar entre 200.000 y cientos de millones de años.
En Estados Unidos, por ejemplo, se desconocía el cáncer en una comunidad de indios navajo, pero se registraron casos de esa enfermedad después de que comenzase a explotarse en sus tierras una m ina de u ranio.
En Nigeria se utilizaron en las minas de uranio millones de litros de agua que luego se devolvieron a los ríos y los lagos mientras que en Canadá hay más de cien millones de toneladas de lo que llaman "colas radiactivas" que las autoridades tienen que almacenar para evitar o al menos limitar los peligros para los humanos.
Con esos antecedentes, mientras se celebra la cumbre del clima en París y cada vez más países hablan de sustituir la energía nuclear por las verdes o ecológicas, la posible apertura de esa y otras minas del mismo tipo en Salamanca parecen una vuelta irresponsable al pasado.
Claro que ¿qué importa a la minera australiana y a sus lobistas, que solo piensan en llenar sus bolsillos, el daño, no solo para la salud de quienes allí viven, sino también el económico que el lo puede presentar para la ganadería, la agricultura y el turismo en toda esa zona?
Publicado en FARO DE VIGO
Cuentan quienes se dedican a hacer un seguimiento de las cosas de Bruselas que el comisario de Energía y Cambio climático y su equipo tienen el récord de visitas de lobistas, es decir que han recibido a más que cualquier otro departamento.
El comisario, como sabemos, es el exministro español de Agricultura, Miguel Arias Cañete, y a los mediterráneos, especialmente a los españoles, nos gusta por supuesto ser corteses y hospitalarios, sobre todo con nuestros compatriotas.
Entre quienes han llamado a la puerta de esa comisaría europea está otro español, Manuel Lamela, que fue mano derecha de Arias Cañete en el ministerio antes de ser fichado como responsable de Sanidad de Madrid por Esperanza Aguirre, puesto en el que se dedicó a privatizar hospitales además de protagonizar algún escándalo mayúsculo con los médicos.
Según nos revelaba esta misma semana una emisora de radio, Lamela fue fichado, tras dejar su cargo en Madrid, por la empresa minera australiana Berkeley, que tenía un interés especial en obtener el permiso de la Comisión Europea para un a mina d e uranio en Salamanca.
Y, tras entrevistarse nuestro lobista con la gente de Bruselas, el comisario español puso su firma al pie del documento que autorizaba la apertura de esa mina a cielo abierto en la localidad de Retortillo. ¡Esa es perspicacia y y dinero bien empleado por la minera australiana!
Entre los ecologistas y en parte del vecindario del pueblo así como de los alrededores, e incluso en el vecino Portugal, la noticia ha causado fuerte inquietud porque una mina de uranio, y además a cielo abierto, no es cualquier cosa.
El uranio, como se sabe, se utiliza, enriquecido, en la industria nuclear, tanto para la fabricación de bombas atómicas como en los reactores nucleares, y sirve también, aunque empobrecido, para el revestimiento de proyectiles como los que emplearon en su día en la gue rra de I rak y se dice que también en la de Yugoslavia.
Es además un elemento tremendamente tóxico, y el polvo de uranio, así como los elementos derivados de ese metal como el radio, el polonio, el torio o el gas radón, productos de su desintegración, pueden contaminar las tierras, así como las aguas freáticas o de superficie.
De esa forma se convierte en un problema de salud -es cancerígeno y si se inhala puede atacar diversos órganos-, lo cual es especialmente grave si se tiene en cuenta además su vida media, que, según los diferentes isótopos, puede oscilar entre 200.000 y cientos de millones de años.
En Estados Unidos, por ejemplo, se desconocía el cáncer en una comunidad de indios navajo, pero se registraron casos de esa enfermedad después de que comenzase a explotarse en sus tierras una m ina de u ranio.
En Nigeria se utilizaron en las minas de uranio millones de litros de agua que luego se devolvieron a los ríos y los lagos mientras que en Canadá hay más de cien millones de toneladas de lo que llaman "colas radiactivas" que las autoridades tienen que almacenar para evitar o al menos limitar los peligros para los humanos.
Con esos antecedentes, mientras se celebra la cumbre del clima en París y cada vez más países hablan de sustituir la energía nuclear por las verdes o ecológicas, la posible apertura de esa y otras minas del mismo tipo en Salamanca parecen una vuelta irresponsable al pasado.
Claro que ¿qué importa a la minera australiana y a sus lobistas, que solo piensan en llenar sus bolsillos, el daño, no solo para la salud de quienes allí viven, sino también el económico que el lo puede presentar para la ganadería, la agricultura y el turismo en toda esa zona?
Hace días tengo que tengo rayado el número del calendario: 20/12/2015. Solo quiero que mi voto pueda aportar un pequeño grano de arena para echar a todos estos corruptos que aprovechándose de unas listas farfallosas de nombres, se dedican ha trafico de influencias, prevaricar y robar para interese espurios, sin para nada trabajar en un bien común para el país. ¡Con mi voto no!
Muy bien, Rima. No sé quien eres, pero me sumo a tu opinión.
Fulgencio
Fulgencio
Con el mío tampoco.