En esta vivienda recuerdo existía una panadería, aunque con el tiempo los propietarios se establecieron en la colonia de la Estación de Puerto de Béjar, término municipal de Peñacaballera. Los panaderos tenían por costumbre, una vez finalizada la recogida de la cosecha a finales de agosto, de coger el trigo de los agricultores, molerlo, suministrar una parte de lo molido al labrador y otra quedarse él como pago a su trabajo. En ocasiones, el trigo suministrado servía para tener pan reciente durante todo el año para la familia que se lo entregaba al panadero, era una forma de pago o trueque -materia prima, por producto elaborado- Los propietarios de la fábrica tenían por costumbre recoger dinero de los vecinos del pueblo y de otros próximos, y, a modo de banco, garantizaban un interés superior al que ofrecía la banca y caja de ahorros. Para tal fin firmaban un contrato, PAGARE, en el que el "banquero" se "obligaba con sus bienes presentes y futuros, renunciando a las leyes a su favor y al fuero de su domicilio, siendo de su cuenta todos los gastos y perjuicios que ocasionen para realizar este crédito, incluso los de Abogado y Procurador, caso de hacer uso de ellos.... " En el documento en cuestión figuraban el nombre de las partes, de quien se hacía cargo de los cuartos y de quien los depositaba, incluso otra persona daba fe del acto y se comprometía con su firma como fiador y principal pagador.
Durante un tiempo el asunto funcionó. Los vecinos confiados en el conocimiento y familiaridad con el panadero, la seriedad y trabajo del mismo, la puntualidad en el pago de intereses y rescate del dinero depositado, hicieron que cada vez más gente llevara allí sus ahorros, incluso quienes emigraron lejos de su pueblo también le "dejaban" sus capitales; pero como no hay dicha que cien años dure, a finales de los sesenta o principio de los setenta el negocio se fue al garete y muchos fueron los perjudicados. Lastima de familia, de negocio y de los confiados paisanos que pusieron sus ahorros en manos de quienes demostraron no eran de fiar. Muchos fueron los que sufrieron las consecuencias de la quiebra de la industria panadera, y pienso que ninguno de los perjudicados recuperó nada del patrimonio entregado. Desde entonces la casa creo no ha sido habitada.
Durante un tiempo el asunto funcionó. Los vecinos confiados en el conocimiento y familiaridad con el panadero, la seriedad y trabajo del mismo, la puntualidad en el pago de intereses y rescate del dinero depositado, hicieron que cada vez más gente llevara allí sus ahorros, incluso quienes emigraron lejos de su pueblo también le "dejaban" sus capitales; pero como no hay dicha que cien años dure, a finales de los sesenta o principio de los setenta el negocio se fue al garete y muchos fueron los perjudicados. Lastima de familia, de negocio y de los confiados paisanos que pusieron sus ahorros en manos de quienes demostraron no eran de fiar. Muchos fueron los que sufrieron las consecuencias de la quiebra de la industria panadera, y pienso que ninguno de los perjudicados recuperó nada del patrimonio entregado. Desde entonces la casa creo no ha sido habitada.