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LAGUNILLA: Estos días los telediarios nos han mostrado imágenes...

Destino incierto…, pero con la esperanza de encontrar un futuro mejor al que la tierra que abandonan les ha ofrecido hasta el momento. Sin duda, dejar a tu familia, tus amigos, el pueblo de nacimiento y, para muchos, el único lugar que hasta entonces habían conocido, fue traumático para mucho de ellos. La salida era poco menos que obligatoria; no existía mejor solución de si lo que se trataba era abandonar las pocas expectativas de un mundo rural que tenía poco que ofrecer y la subsistencia era norma. Con la esperanza y la ilusión puesta en mejorar la situación personal y ayudar a la familia que atrás quedaba, parten hacia mundo distinto y un trabajo desconocido. En sus modestas maletas de madera, llevan sus escasas pertenecías; vestidos lo más dignamente que su condición les permitía, los jóvenes abandonan sus pueblos, las casas de sus mayores y marchan al extranjero o las ciudades y regiones de España donde sus fuertes brazos son necesarios para impulsar industria, los servicios, etc. Transcurrido el tiempo, solo ellos, desde su conocimiento personal, sabrán decirnos si salir de su patria les mereció la pena.

Estos días los telediarios nos han mostrado imágenes desde el aeropuerto de Barajas en las que se ven las despedidas emocionadas de muchos compatriotas que marchan al extranjero. Una buena parte de ellos, después de meses o años de ausencia, volvieron por Navidad para pasar unas fechas en compañía de sus familias. Se despiden entre abrazos, besos y lágrimas que escapan por sus mejillas; ignoran cuándo volverán; meses, quizá años tendrán que pasar para regresar. Todos marchan con esa esperanza innata de volver. Por muy difícil que este país y sus políticos se lo pongan, ellos quieren volver.
Cierto es que en un aeropuerto como el de Madrid, se ven viajeros que salen o llegan por causas muy diversas; los hay que van y vienen por propia voluntad. ¡Dichosos ellos! Otros viajan para estudiar unos meses en otros lugares, pero con fecha fijada de retorno. Ni a unos ni a otros quiero referirme, el ocio y la formación libre nada tiene que ver con la emigración.
Lo que llama mi atención son quienes acabados sus estudios no tienen forma de colocarse y tener unas expectativas de vida en este país; los que habiendo tenido una formación y una experiencia laboral fuera, regresaron para aportar sus conocimientos y trabajos a una labor docente y de investigación en un momento que parecieron abrirse las mentes dirigentes a la importancia que tiene invertir en investigación, innovación y desarrollo. En definitiva, en conocimiento; pero que esa visión fue efímera y desapareció como si de un sueño se tratara. Me refiero a quienes después de estudiar duro, por mor al neoliberalismo de la política española, vieron destruir miles de puestos de trabajo en los servicios públicos; la sanidad, la enseñanza…, vieron como recortaron puestos de trabajo sin importar lo gastado en la formación de profesionales, ni el daño que a medio y largo plazo se causaría a los ciudadanos y al país en general. Quienes vieron que sus empresas se deslocalizaban y ellos quedaban sumidos en la indigencia; a toda esa gente damnificada por la voraz apetencia de corruptos, de los bancos, fondos buitre, empresas on-line en paraísos fiscales, etc. que quedaron sumidos en la necesidad que obliga a buscarse la vida lejos, ya que el propio país ha destruido en buena manera los sistemas de protección y los deja en el desamparo.
Durante la última legislatura escuchamos peroratas de miembros del Gobierno sobre “la movilidad exterior de los jóvenes”, “emigración y aventura” o de dirigentes empresariales relativa a “trabajar en Laponia”. Ahora, a finales de diciembre, le tocó el turno al flamante nuevo ministro de exteriores que viene a decirnos que “irse a vivir y trabajar fuera enriquece y abre la mente y fortalece las habilidades sociales. Actualmente quienes se van fuera muestran una iniciativa, una inquietud, una amplitud de miras, adaptabilidad y apertura de nuevos horizontes”. Vamos, como siempre. Solo hay que acordarse de la legión de emigrantes salidos de España, Irlanda, Portugal o Italia, por citar unos países, a lo largo de la historia.
Los afectados por tales palabras, manifiestan que “no es iniciativa sino desesperación; y no es amplitud de miras por la decisión de partir no se toma para abrir a mente a nuevos horizontes sino que se van forzados a hacerlo para dejar de suponer una carga para sus familias, para contribuir a mantenerse y, sobre todo, para aspirar a una vida digna”.
Cómo dato, según los estudiosos, desde 2008 han salido de España más de 700.000 personas entre 24 y 34 años.
¡Qué cosas nos dirían de todo esto integrantes de colas como ésta de la fotografía!