"La política no puede decidir por encima de la ley, pero sí puede decidir que se modifique la ley".
Teresa Freixes, Catedrática de Derecho Constitucional
Teresa Freixes, Catedrática de Derecho Constitucional
¡Buena polvareda han levantado las declaraciones de la nueva ministra de sanidad sobre el copago sanitario de los pensionistas! Las distintas medidas que sus antecesores han venido implementado en este asunto del pago de las medicinas (antes de la llegada de Rajoy eran gratuitas para los pensionistas de la Seguridad Social), ya que la realidad demuestra que el incremento en el gasto farmacéutico, que en un primer momento se retrajo, con el paso del tiempo se ha incrementado en un 3%. Al copago, se le unieron la desaparición del catálogo de medicamentos a cargo de la sanidad pública miles y miles de marcas, sustituidas por específicos concretos y otras.
El cierre de camas hospitalarias por toda la geografía, la privatización de la gestión de algunos hospitales, la adquisición centralizada de medicamentos, el recorte de prestaciones (recuérdese la expulsión, por ejemplo de los desempleados a partir de un determinado momento, del sistema sanitario), la reducción de las prestaciones a los dependientes, la compra de material sanitario más económico (desprecian la calidad), etc., etc. No consiguen acabar con los déficits del sistema y, lo que es peor, con las listas de espera.
¿Los pacientes –especialmente los pensionistas- son los responsables de los desaguisados de nuestro sistema sanitario? ¡Parece que quieren criminalizarnos a todos! La realidad de lo que sucede habría que buscarla en determinados despachos de los gobiernos central y autonómicos, donde legislatura tras legislatura, continúan erre que erre tropezando en la misma piedra, llevándonos al retroceso continuo y al cuestionamiento de los derechos. Se llegan a decir cosas como “que para garantizar los derechos hay que tener dinero”. Obvio, el dinero es importante, sin duda, pero más lo es tener voluntad de hacer realidad esos derechos, cuestión ésta que no se ve por parte alguna y depende única y exclusivamente de los responsables políticos.
A la novata ministra se le fue la lengua ante los micrófonos sobre lo que piensa al respecto y, me temo, que alguien está estudiando el asunto y se ha lanzado un globo para ver la reacción. Comprobada que ha sido contraria a sus pretensiones, ha tratado de dar explicaciones de una manera tan nerviosa y confusa, que a única conclusión es que tanto lo dicho como lo contrario es cierto. No nos apresuremos, todo se andará.
El cierre de camas hospitalarias por toda la geografía, la privatización de la gestión de algunos hospitales, la adquisición centralizada de medicamentos, el recorte de prestaciones (recuérdese la expulsión, por ejemplo de los desempleados a partir de un determinado momento, del sistema sanitario), la reducción de las prestaciones a los dependientes, la compra de material sanitario más económico (desprecian la calidad), etc., etc. No consiguen acabar con los déficits del sistema y, lo que es peor, con las listas de espera.
¿Los pacientes –especialmente los pensionistas- son los responsables de los desaguisados de nuestro sistema sanitario? ¡Parece que quieren criminalizarnos a todos! La realidad de lo que sucede habría que buscarla en determinados despachos de los gobiernos central y autonómicos, donde legislatura tras legislatura, continúan erre que erre tropezando en la misma piedra, llevándonos al retroceso continuo y al cuestionamiento de los derechos. Se llegan a decir cosas como “que para garantizar los derechos hay que tener dinero”. Obvio, el dinero es importante, sin duda, pero más lo es tener voluntad de hacer realidad esos derechos, cuestión ésta que no se ve por parte alguna y depende única y exclusivamente de los responsables políticos.
A la novata ministra se le fue la lengua ante los micrófonos sobre lo que piensa al respecto y, me temo, que alguien está estudiando el asunto y se ha lanzado un globo para ver la reacción. Comprobada que ha sido contraria a sus pretensiones, ha tratado de dar explicaciones de una manera tan nerviosa y confusa, que a única conclusión es que tanto lo dicho como lo contrario es cierto. No nos apresuremos, todo se andará.