Los campanarios son, normalmente, los puntos más altos de los pequeños pueblos; antiguamente, incluso de las ciudades. Desde estos puntos se domina el territorio, no solo de forma visual, también es la forma de hacer llegar los tañidos de las campanas más lejos y por lo tanto podían ser escuchados por un mayor número de personas. Prácticamente no existía iglesia en nuestros pueblos y ciudades que no dispusieran de una o varias campanas. Constituían un elemento primordial tanto para marcar los actos religiosos como para los demás acontecimiento de la vida civil.
El sonido de la campana llega más lejos que la voz humana. Convenientemente tañida, la campana emite un mensaje a través del cual pueden comunicarse cosas de interés para la población. Dependiendo ese mensaje de cómo se tañe la campana y del sonido que emite. Lo normal, es que el campanario dispusiera de varias campanas orientadas en distintas direcciones y de tonos distintos. Los tonos que se obtenían teniendo en cuenta la masa de fundición de bronce (cobre y estaño en distintas proporciones) para cada campana. Las campanas se afinaban para conseguir la finalidad que se perseguía. Los tonos más graves eran los más potentes y por tanto los que más lejos llegaban.
Al existir campana de distintos tonos, esto suponía que eran también de distintos tamaños y pesos, por lo que los campanarios y espadañas se construían muy sólidos, de tal forma que aguantaran el peso y el movimiento dinámico al ser volteadas.
La misión de la campana en el mundo cristiano es avisarnos de un cúmulo de hechos. Dependiendo del número de campanas así es el código que se utilizaba. Si se disponía de una única campana, lo único que se podía hacer era variar el ritmo con el que se tañe, doble rápido, doble lento, etc. Así, si se trataba de comunicar a la población un incendio, el ritmo era muy vivo; si lo que se quería era informa de una muerte, la cadencia era lenta y normalmente se acompañaban al difunto hasta el cementerio.
La vida de los pueblos giraban en torno a la iglesia, y en los tiempos en que el único reloj que había era el de sol, las campanas eran el instrumento vital para congregar y avisar a los habitantes, pues su sonido era escuchado por todo el término.
La mayoría de los toques que conocieron nuestros abuelos y que distinguían perfectamente, han ido desapareciendo. Los sacristanes eran los encargados de realizar los distintos toques.
Cuando en nuestros pueblos no existían los ayuntamientos, los lugares de reunión eran los pórticos de las iglesias, y allí eran convocados los vecinos a las reuniones del concejo; convocatoria que se hacía al son de la campana tañida.
Había muchos toques, pero los más comunes eran:
Toque del ángelus, se realizaba al amanecer, al mediodía y al atardecer. Estos tres toques marcaban tres momentos fundamentales del día: el amanecer, el medio día u hora de comer, y la hora de regresar a casa tras el trabajo, orientando a todos los que se encontraban en el campo e invitando a rezar.
Toque de arrebato, se hacía cuando había alguna catástrofe, incendio, etc., consistiendo en el toque de varias campanas a la vez y de forma rápida para que acudiera la gente en ayuda.
Toque de fiesta, los días de fiesta grande se tocaban las campanas “al vuelo” que consistían en voltear las campana.
Toque de difuntos, también conocido como “clamor” que avisaba del fallecimiento de algún vecino. El toque era lento, solían intervenir dos campanas distintas. Al final se daban dos toques separados si eran un hombre el difunto y tres si se trataba de una mujer.
Toque de gloria, se tocaba con la campana pequeña o esquilín y significaba que el fallecido era un niño.
En el momento de la consagración era costumbre de dar dos o tres toques de campana, siendo una forma de avisar a quienes no habían podido acudir a misa, para que hicieran la señal de la cruz.
Cuando había tormenta, se creía que el toque repetido de las campanas alejarían las nubes de piedra tan temidas por los agricultores.
El sonido de la campana llega más lejos que la voz humana. Convenientemente tañida, la campana emite un mensaje a través del cual pueden comunicarse cosas de interés para la población. Dependiendo ese mensaje de cómo se tañe la campana y del sonido que emite. Lo normal, es que el campanario dispusiera de varias campanas orientadas en distintas direcciones y de tonos distintos. Los tonos que se obtenían teniendo en cuenta la masa de fundición de bronce (cobre y estaño en distintas proporciones) para cada campana. Las campanas se afinaban para conseguir la finalidad que se perseguía. Los tonos más graves eran los más potentes y por tanto los que más lejos llegaban.
Al existir campana de distintos tonos, esto suponía que eran también de distintos tamaños y pesos, por lo que los campanarios y espadañas se construían muy sólidos, de tal forma que aguantaran el peso y el movimiento dinámico al ser volteadas.
La misión de la campana en el mundo cristiano es avisarnos de un cúmulo de hechos. Dependiendo del número de campanas así es el código que se utilizaba. Si se disponía de una única campana, lo único que se podía hacer era variar el ritmo con el que se tañe, doble rápido, doble lento, etc. Así, si se trataba de comunicar a la población un incendio, el ritmo era muy vivo; si lo que se quería era informa de una muerte, la cadencia era lenta y normalmente se acompañaban al difunto hasta el cementerio.
La vida de los pueblos giraban en torno a la iglesia, y en los tiempos en que el único reloj que había era el de sol, las campanas eran el instrumento vital para congregar y avisar a los habitantes, pues su sonido era escuchado por todo el término.
La mayoría de los toques que conocieron nuestros abuelos y que distinguían perfectamente, han ido desapareciendo. Los sacristanes eran los encargados de realizar los distintos toques.
Cuando en nuestros pueblos no existían los ayuntamientos, los lugares de reunión eran los pórticos de las iglesias, y allí eran convocados los vecinos a las reuniones del concejo; convocatoria que se hacía al son de la campana tañida.
Había muchos toques, pero los más comunes eran:
Toque del ángelus, se realizaba al amanecer, al mediodía y al atardecer. Estos tres toques marcaban tres momentos fundamentales del día: el amanecer, el medio día u hora de comer, y la hora de regresar a casa tras el trabajo, orientando a todos los que se encontraban en el campo e invitando a rezar.
Toque de arrebato, se hacía cuando había alguna catástrofe, incendio, etc., consistiendo en el toque de varias campanas a la vez y de forma rápida para que acudiera la gente en ayuda.
Toque de fiesta, los días de fiesta grande se tocaban las campanas “al vuelo” que consistían en voltear las campana.
Toque de difuntos, también conocido como “clamor” que avisaba del fallecimiento de algún vecino. El toque era lento, solían intervenir dos campanas distintas. Al final se daban dos toques separados si eran un hombre el difunto y tres si se trataba de una mujer.
Toque de gloria, se tocaba con la campana pequeña o esquilín y significaba que el fallecido era un niño.
En el momento de la consagración era costumbre de dar dos o tres toques de campana, siendo una forma de avisar a quienes no habían podido acudir a misa, para que hicieran la señal de la cruz.
Cuando había tormenta, se creía que el toque repetido de las campanas alejarían las nubes de piedra tan temidas por los agricultores.