Francos Viejo
Caserío a las orillas del río Tormes es un antiguo condado del que no se conserva ningún resquicio a pesar de la importancia del mismo (Uno de los Condes de Francos fue el impulsor de la Plaza Mayor de Salamanca. Una estatua de él se encuentra en el zaguán del Ayuntamiento de Salamanca y otra, junto al arquitecto Churriguera, en la Plaza Poeta Iglesias).
Solo los restos caídos de la antigua casa señorial están presentes sin cuidado ni valor alguno.
El caserío apenas tiene siete de casas de nueva planta entre corrales, naves y tres casas viejas que se conservan medianamente potables. Algunas ruinas de viejas edificaciones estropean la imagen de este caserío que podría ser muy bonito.
A la entrada del pueblo se encuentra una ermita en muy mal estado de conservación: Tejado de Uralita, campanario sin tejas y ligeramente desplomado, goteras en la zona del altar mayor, …
Uno de los nietos de Juan Hernández (del que hablaremos más adelante) tiene intención de reformarla si resuelve algunos asuntos personales favorablemente.
Juan Hernández (Juanillo) fue un agricultor que vivió en Francos hasta 1960. Sus descendientes son los únicos vecinos de este caserío en este momento. Tres de sus hijos con sus respectivas familias así como cinco nietos tienen casa abierta en el pueblo. Otros dos disponen de casa propia aunque temporalmente cerrada.
Fue un gran impulsor de la economía de la zona, teniendo una gran actividad empresarial tanto agrícola, como ganadera o comercialización de cereal. Su época fue la de máximo esplendor de este pueblo durante el siglo XX.
La casa del Conde, según tengo entendido, disponía de caballerizas realizadas todas en maderas nobles, con gran capacidad y prestancia. Desgraciadamente se hundió la techumbre por desidia de los actuales propietarios.
Algo parecido sucedió con la casa condal. Padeció una ampliación a mediados de los 50 que cambió totalmente su fisonomía, para después ser abandonada en la década de los 70 y terminar hundiéndose en su techumbre y ampliación. Disponía de un enorme jardín muy cuidado frondoso, del que sólo queda la oxidada pérgola y el tronco seco de un árbol de Judea.
Algo similar ocurre con unas casas anejas de la de del conde. No están en este lamentable estado, pero su situación no es mucho mejor.
El caserío disponía en su parte Central, entre la casa del Conde y la Ermita, de una gran tenada de piedra.
Se conserva casi en su totalidad, aunque muy camuflada por el reparto en cuatro partes realizado por los herederos de Juan Hernández y las construcciones posteriores realizadas: Dos viviendas con jardín (Graciano y Antonio Hernández) así como tres zonas de dependencias agrícolas y ganaderas (Nieves, Carmen y Antonio Hernández)
Es de resaltar una pequeña casa al extremo de la plaza del caserío. Fue propiedad de Abdón Hernández y tiene el gusto y el encanto de las cosas bien hechas y con cariño al pueblo.
Realizada sobre un antiguo pajar, mantiene los muros de adobe en su parte baja. Dispone de una preciosa chimenea de piedra que le da un encanto especial a la casa. Rejas de forja en las ventanas, farolillos de carruajes en la chimenea, un escudo de piedra y un pequeño barco en la fachada le dan un encanto especial a esta construcción.
Espero que el propietario la conserve.
Enfrente hay unas naves y un corral de nueva planta que sustituyeron a unos antiguos pajares y una bodega con mucho encanto. Ocupan también el espacio de una estupenda era, en la que antiguamente se hacían las labores de trilla.
Una autentica pena que se perdiera una de las zonas con más encanto y tradición del pueblo.
Cerca se encuentra un corral de paredes de adobe y tenadas de ramas y barro. Los pilares son de rollos unidos por barro. Una preciosidad de construcción tradicional sesgada parcialmente por una nave insertada en una parte de su perímetro.
Conserva en su interior algún comedero de piedra tallada, aunque ha perdido la preciosa puerta de tablones que lo cerraba.
Una curiosidad es que la mayoría de las viviendas antiguas tienen pozos artesianos, que conservan su uso. Hay que pensar que hasta los años 70 no hubo agua corriente y hasta los 80 tampoco se disponía de alcantarillado.
La iluminación de las calles se limitaba hasta los años 80 a unas pocas bombillas colgadas sobre postes de madera. El encendido y apagado se hacía manualmente por parte de José Martín, vecino muchos años de este pueblo.
Había dos palomares que han desaparecido. Uno en la plaza, encima de una cochera antigua entrada de un corral, y otro junto a la Ermita, ya desaparecido.
Había un barrero en la zona cercana a la Ermita y en la zona donde antiguamente estuvieron las escuelas.
El Barrero tenía su encanto ya que disponía permanentemente de agua, que corría en verano debido al desagüe del sistema de riego que pasaba por él. Juncos, ranas y algún pececillo de daban un agradable aspecto.
Caserío a las orillas del río Tormes es un antiguo condado del que no se conserva ningún resquicio a pesar de la importancia del mismo (Uno de los Condes de Francos fue el impulsor de la Plaza Mayor de Salamanca. Una estatua de él se encuentra en el zaguán del Ayuntamiento de Salamanca y otra, junto al arquitecto Churriguera, en la Plaza Poeta Iglesias).
Solo los restos caídos de la antigua casa señorial están presentes sin cuidado ni valor alguno.
El caserío apenas tiene siete de casas de nueva planta entre corrales, naves y tres casas viejas que se conservan medianamente potables. Algunas ruinas de viejas edificaciones estropean la imagen de este caserío que podría ser muy bonito.
A la entrada del pueblo se encuentra una ermita en muy mal estado de conservación: Tejado de Uralita, campanario sin tejas y ligeramente desplomado, goteras en la zona del altar mayor, …
Uno de los nietos de Juan Hernández (del que hablaremos más adelante) tiene intención de reformarla si resuelve algunos asuntos personales favorablemente.
Juan Hernández (Juanillo) fue un agricultor que vivió en Francos hasta 1960. Sus descendientes son los únicos vecinos de este caserío en este momento. Tres de sus hijos con sus respectivas familias así como cinco nietos tienen casa abierta en el pueblo. Otros dos disponen de casa propia aunque temporalmente cerrada.
Fue un gran impulsor de la economía de la zona, teniendo una gran actividad empresarial tanto agrícola, como ganadera o comercialización de cereal. Su época fue la de máximo esplendor de este pueblo durante el siglo XX.
La casa del Conde, según tengo entendido, disponía de caballerizas realizadas todas en maderas nobles, con gran capacidad y prestancia. Desgraciadamente se hundió la techumbre por desidia de los actuales propietarios.
Algo parecido sucedió con la casa condal. Padeció una ampliación a mediados de los 50 que cambió totalmente su fisonomía, para después ser abandonada en la década de los 70 y terminar hundiéndose en su techumbre y ampliación. Disponía de un enorme jardín muy cuidado frondoso, del que sólo queda la oxidada pérgola y el tronco seco de un árbol de Judea.
Algo similar ocurre con unas casas anejas de la de del conde. No están en este lamentable estado, pero su situación no es mucho mejor.
El caserío disponía en su parte Central, entre la casa del Conde y la Ermita, de una gran tenada de piedra.
Se conserva casi en su totalidad, aunque muy camuflada por el reparto en cuatro partes realizado por los herederos de Juan Hernández y las construcciones posteriores realizadas: Dos viviendas con jardín (Graciano y Antonio Hernández) así como tres zonas de dependencias agrícolas y ganaderas (Nieves, Carmen y Antonio Hernández)
Es de resaltar una pequeña casa al extremo de la plaza del caserío. Fue propiedad de Abdón Hernández y tiene el gusto y el encanto de las cosas bien hechas y con cariño al pueblo.
Realizada sobre un antiguo pajar, mantiene los muros de adobe en su parte baja. Dispone de una preciosa chimenea de piedra que le da un encanto especial a la casa. Rejas de forja en las ventanas, farolillos de carruajes en la chimenea, un escudo de piedra y un pequeño barco en la fachada le dan un encanto especial a esta construcción.
Espero que el propietario la conserve.
Enfrente hay unas naves y un corral de nueva planta que sustituyeron a unos antiguos pajares y una bodega con mucho encanto. Ocupan también el espacio de una estupenda era, en la que antiguamente se hacían las labores de trilla.
Una autentica pena que se perdiera una de las zonas con más encanto y tradición del pueblo.
Cerca se encuentra un corral de paredes de adobe y tenadas de ramas y barro. Los pilares son de rollos unidos por barro. Una preciosidad de construcción tradicional sesgada parcialmente por una nave insertada en una parte de su perímetro.
Conserva en su interior algún comedero de piedra tallada, aunque ha perdido la preciosa puerta de tablones que lo cerraba.
Una curiosidad es que la mayoría de las viviendas antiguas tienen pozos artesianos, que conservan su uso. Hay que pensar que hasta los años 70 no hubo agua corriente y hasta los 80 tampoco se disponía de alcantarillado.
La iluminación de las calles se limitaba hasta los años 80 a unas pocas bombillas colgadas sobre postes de madera. El encendido y apagado se hacía manualmente por parte de José Martín, vecino muchos años de este pueblo.
Había dos palomares que han desaparecido. Uno en la plaza, encima de una cochera antigua entrada de un corral, y otro junto a la Ermita, ya desaparecido.
Había un barrero en la zona cercana a la Ermita y en la zona donde antiguamente estuvieron las escuelas.
El Barrero tenía su encanto ya que disponía permanentemente de agua, que corría en verano debido al desagüe del sistema de riego que pasaba por él. Juncos, ranas y algún pececillo de daban un agradable aspecto.