LAS ESCUELAS. Esta institución local también ha llamado la atención de "Yo no me llamo Gardel", quien se ha propuesto tocarnos la cuerda sensible y lo está consiguiendo. Me parece de justicia señalar como cuestión previa, una muy importante relacionada con la enseñanza en nuestro pequeño pueblo. Durante muchísimos años impartió disciplina escolar en él, como Maestro Nacional, DON JOSÉ TAPIA RIGUERO, persona excepcional que, si bien yo no tuve la suerte de tenerle como profesor, si que la disfrutaron las generaciones anteriores que pasaron por sus manos como alumnos, a los que no les oí jamás otra referencia que elogios en cuanto a la magnífica labor pedagógica desarrollada por D. José, ejemplo de virtudes y de profesionalidad a pesar de las condiciones harto precarias que cabe imaginar en aquella época caracterizada por la carencia de medios de todo orden, y por tanto, de la de estímulos que conlleva semejante situación. Debieron ser más de treinta los años que D. José dedicó a Poveda ya que, si bien trasladó su residencia a Molina de Segura (Murcia), en el año 1943, teniendo ya canas y dos hijas mayores (Anita y Mercedes), ambas nacidas en Poveda de madre povedana con la que estaba casado, D. José, bien merecido tenía por esta doble condición un homenaje que nunca tuvo. Es un baldón para nosotros, entre los que me incluyo, que haya pasado sin pena ni gloria al más absoluto de los anonimatos. Las condiciones en que desarrollaba su labor, por otra parte, él y los demás que le sucedieron, varios de ellos interinos durante demasiados años, (Poveda, como plaza de maestro, no era apetecible; por de pronto, seguía incomunicada pues sólo se accedía a ella por caminos de herradura, carecía de teléfono y la estación de ferrocarril más proxima se encontraba a diez kilómetros de distancia; y, por supuesto, tampoco había viviendas para estos profesionales), obviamente todo ello venía a incidir en forma negativa sobre los alumnos de la época, como por ejemplo lo fueron los períodos en que no se cubría la plaza por las causas antedichas, demasiado prolongados en el tiempo repercutiendo en forzada inactividad escolar con el consiguiente perjuicio del alumnado, sin ritmo, sin continuidad y sin programa. Por aquel entonces, la matrícula de niños, desde los 6 a los 14 años, se acercaba al centenar y no había más que un solo maestro para atender todos los niveles. Éste era el panorama, triste panorama, en aquellos años. Poveda no tuvo suerte en cuanto a atenciones por parte de la Administración Central.