"-- El emigrante --"
Corrían los años 50 y 60 del pasado siglo, cuando vivió España lo que podría considerarse la mayor migración de la era moderna. Más de cuatro millones de españoles dejaron sus casas empujados por la necesidad y marcharon a trabajar a el extranjero, circunstancia que queda perfectamente reflejada en el documental "El tren de la memoria", de Marta Arribas y Ana Pérez.
Se hace necesario añadir a estos cuatro millones de emigrantes otros muchos, de los que no tenemos datos concretos, que se desplazaron a zonas industrializadas dentro de la Península.
La mecanización del campo y las condiciones abusivas y pésimas de los
jornaleros, junto con la oferta de salarios más sustanciosos y mejores condiciones laborales, fueron las protagonistas de esta emigración masiva, en la cual, un alto porcentaje de la población se vio afectada.
Este éxodo tuvo un énfasis especial en Poveda de las Cintas, sufriendo una transformación de una magnitud grandiosa; terminaba una forma de vida y empezaba otra. En el proceso, familias enteras abandonaban el pueblo en busca de unas mejores condiciones de vida, dejando atrás un pueblo con una gran crisis demográfica, de la que aun hoy en día no se ha recuperado. En esa época, este pueblo pasó de tener 746 habitantes a los poco más de 200 que hay en la actualidad.
El destino de estos emigrantes fue Suiza, Alemania, Holanda, Asturias, y sobre todo el País Vasco, más concretamente localidades como Santurce y Baracaldo, donde formaron una amplia colectividad de povedanos residentes.
Dado que, y sin remedio, abordaremos este tema en un futuro próximo, permitanme amigos que en esta ocasión, me ocupe más del aspecto humano que de estadísticas y números.
"-- La partida --"
Cantaba la radio 'Adiós, mi España querida'... verso de la copla, 'El emigrante', de Juanito Valderrama, canción que hizo llorar a media España, y ráfagas de desaliento asaltaban a la familia reunida en torno a la radio, considerando impensable en caso alguno que esta aventura de la emigración no nos acarreara la muerte.
..."Adiós mi España preciosa, la tierra donde nací
bonita, alegre y graciosa como una rosa de abril
ay, ay, ay, voy a morirme de pena viviendo tan lejos de ti".
Desasosiego al que se unía sin remedio la tía, la abuela o la vecina llegada a casa con el: "anda, echate esta longaniza a la maleta, que vaya uste a saber lo que sus daran de comer pai", mientras con el pico del delantal se enjugaba una lágrima rebelde, y te llenaba la cara de besos emocionados que solo se pueden dar en una despedida para siempre.
..."Cruzando la mar serena, con ella te digo adiós
que lejos te vas quedando España de mi querer,
a Dios le pido llorando que pronto te vuelva a ver.
Y ese día, el día "D", antes incluso de que sonara el despertador, te despertaba la zozobra y desasosiego del reo que se dirige al cadalso, y encontrabas ya a la madre melancólica y calladamente migando la leche del que suponías tu último desayuno.
..."Mi España tierra querida, pa' siempre adiós".
Tomábamos el tren, del que no teníamos más referencia que su lejano sonar en las noches de helada desde el Villar de Gallimazo, y partíamos en viajes infinitos a tierra extraña, de un modo muy parecido a como partieron otros a los campos de la muerte de Auschwitz,
Afortunadamente no corrimos la misma suerte, poco a poco adaptamos nuestras costumbres a el lugar de acogida y aunque lejos del terruño, la vivimos medianamente regular.
Podríamos agregar a lo ya dicho como dato anecdótico que, este peregrinaje que más o menos lejos del pueblo, esparció povedanos prácticamente por todo el mundo, probablemente tuviese su inicio una mañana, un jueves concretamente, aunque no pueda precisar ni mes ni año. Cuando calzado de alpargatas nuevas, el sombrero ligeramente inclinado sobre la ceja izquierda, una paja de centeno en la comisura de los labios y la mano colgada por el pulgar de la faja de algodón que gastaban antes los hombres, el señor Pedro "Pirundis"dijo a la señora Brigida su esposa: ¡Chacha, saca el burro que me voy a Peñaranda!. Y encaramado en una piedra de morillo que tenia a la puerta, como la tuvimos todos para montar el rucio y tomar sentados el fresco de la noche, cabalgó su montura y partió sereno, aunque a buen paso, camino del mercado de Peñaranda, de donde a la vuelta, se empeñó en traer a sus hijas protegido del tórrido sol, un helado entre la faja.
¡Oye! Que me voy pa España, que se ma puesto una cosa así a la altura el pecho...
FELIZ 2011
Corrían los años 50 y 60 del pasado siglo, cuando vivió España lo que podría considerarse la mayor migración de la era moderna. Más de cuatro millones de españoles dejaron sus casas empujados por la necesidad y marcharon a trabajar a el extranjero, circunstancia que queda perfectamente reflejada en el documental "El tren de la memoria", de Marta Arribas y Ana Pérez.
Se hace necesario añadir a estos cuatro millones de emigrantes otros muchos, de los que no tenemos datos concretos, que se desplazaron a zonas industrializadas dentro de la Península.
La mecanización del campo y las condiciones abusivas y pésimas de los
jornaleros, junto con la oferta de salarios más sustanciosos y mejores condiciones laborales, fueron las protagonistas de esta emigración masiva, en la cual, un alto porcentaje de la población se vio afectada.
Este éxodo tuvo un énfasis especial en Poveda de las Cintas, sufriendo una transformación de una magnitud grandiosa; terminaba una forma de vida y empezaba otra. En el proceso, familias enteras abandonaban el pueblo en busca de unas mejores condiciones de vida, dejando atrás un pueblo con una gran crisis demográfica, de la que aun hoy en día no se ha recuperado. En esa época, este pueblo pasó de tener 746 habitantes a los poco más de 200 que hay en la actualidad.
El destino de estos emigrantes fue Suiza, Alemania, Holanda, Asturias, y sobre todo el País Vasco, más concretamente localidades como Santurce y Baracaldo, donde formaron una amplia colectividad de povedanos residentes.
Dado que, y sin remedio, abordaremos este tema en un futuro próximo, permitanme amigos que en esta ocasión, me ocupe más del aspecto humano que de estadísticas y números.
"-- La partida --"
Cantaba la radio 'Adiós, mi España querida'... verso de la copla, 'El emigrante', de Juanito Valderrama, canción que hizo llorar a media España, y ráfagas de desaliento asaltaban a la familia reunida en torno a la radio, considerando impensable en caso alguno que esta aventura de la emigración no nos acarreara la muerte.
..."Adiós mi España preciosa, la tierra donde nací
bonita, alegre y graciosa como una rosa de abril
ay, ay, ay, voy a morirme de pena viviendo tan lejos de ti".
Desasosiego al que se unía sin remedio la tía, la abuela o la vecina llegada a casa con el: "anda, echate esta longaniza a la maleta, que vaya uste a saber lo que sus daran de comer pai", mientras con el pico del delantal se enjugaba una lágrima rebelde, y te llenaba la cara de besos emocionados que solo se pueden dar en una despedida para siempre.
..."Cruzando la mar serena, con ella te digo adiós
que lejos te vas quedando España de mi querer,
a Dios le pido llorando que pronto te vuelva a ver.
Y ese día, el día "D", antes incluso de que sonara el despertador, te despertaba la zozobra y desasosiego del reo que se dirige al cadalso, y encontrabas ya a la madre melancólica y calladamente migando la leche del que suponías tu último desayuno.
..."Mi España tierra querida, pa' siempre adiós".
Tomábamos el tren, del que no teníamos más referencia que su lejano sonar en las noches de helada desde el Villar de Gallimazo, y partíamos en viajes infinitos a tierra extraña, de un modo muy parecido a como partieron otros a los campos de la muerte de Auschwitz,
Afortunadamente no corrimos la misma suerte, poco a poco adaptamos nuestras costumbres a el lugar de acogida y aunque lejos del terruño, la vivimos medianamente regular.
Podríamos agregar a lo ya dicho como dato anecdótico que, este peregrinaje que más o menos lejos del pueblo, esparció povedanos prácticamente por todo el mundo, probablemente tuviese su inicio una mañana, un jueves concretamente, aunque no pueda precisar ni mes ni año. Cuando calzado de alpargatas nuevas, el sombrero ligeramente inclinado sobre la ceja izquierda, una paja de centeno en la comisura de los labios y la mano colgada por el pulgar de la faja de algodón que gastaban antes los hombres, el señor Pedro "Pirundis"dijo a la señora Brigida su esposa: ¡Chacha, saca el burro que me voy a Peñaranda!. Y encaramado en una piedra de morillo que tenia a la puerta, como la tuvimos todos para montar el rucio y tomar sentados el fresco de la noche, cabalgó su montura y partió sereno, aunque a buen paso, camino del mercado de Peñaranda, de donde a la vuelta, se empeñó en traer a sus hijas protegido del tórrido sol, un helado entre la faja.
¡Oye! Que me voy pa España, que se ma puesto una cosa así a la altura el pecho...
FELIZ 2011