A lo que os iba
Corrían como digo los años 50 y 60 del pasado siglo, cuando entre sobresalto y admiración presenciamos la partida de casi un tercio de los 746 habitantes con los que contaba Poveda en aquellos años. Así, vimos partir a amigos y parientes llevandose consigo la memoria y el recuerdo entre sus pertenencias, rumbo a un destino que en aquel entonces se nos antojó fantástico y remoto, sin que pudiéramos ubicarlo en otro lugar que no fuese un punto aproximado en el mapa de la escuela. Por lo general, más allá incluso de donde se eleva al cielo la imponente cordillera montañosa del Pirineo, como gustan decir sus habitantes al referirse a los Pirineos.
Aunque casi simultánea y persiguiendo siempre los mismos fines, podemos considerar esta partida en dos etapas bien diferenciadas en este espacio de tiempo. Por una parte, las familias que dejaron el pueblo y asentaron su residencia definitiva en otras tierras más o menos lejanas y solo en contadas ocasiones regresaron a el pueblo atraídos unas veces por el noble deporte de la caza y otras por el irresistible aroma de la olla de la matanza, para una vez finalizado lo uno y lo otro abandonar las polvorientas calles del pueblo en sus autos nuevos camino de la ciudad con un, "Hasta el año que viene, si Dios quiere. A ver si me acuerdo y te mando unas botas que nos dan en la fábrica".
"Toda mi infancia es pueblo", dijo García Lorca, y a veces me viene a el alma, como una canción, los rumores de Poveda y de mi infancia; el chirriar de un carro al atardecer y los gritos de un arriero; el alboroto de un recreo o el chocar de bolos; la risa o el llanto de un niño de mi pueblo, o la voz de los amigos que se me han muerto. Todo partió con ellos, como mi infancia, de la que fueron testigos.
Por la otra, los que con menos recursos o iniciativa quedaron atrás a merced de la desmedida avidez de los que hicieron del campo tierra de nadie y que emigrarían poco después.
No fueron desde luego traumáticas, ni la primera partida ni las posteriores, y en la mayoría de los casos tanto a los que se fueron como a los que quedaron, fue lo mejor que nos pudo pasar, (ahora diré por qué).
En un pueblo sin recursos ocupacionales ni de ninguna otra clase, agricultura escasa y primitiva, ganadería de escasa calidad, sin medios económicos ni imaginación creativa para emprender nuevas aventuras, (véase Palacios Rubios, merecedor ayer 13 de diciembre del distintivo "Ciudad de la Ciencia y la Innovación"), difícilmente hubiéramos logrado extraer de la tierra alimentos suficiente para todos y un mediano confort para las más de 700 personas.
Existió a su vez a mediados de los 60 hasta principios de los 70 (dato que quizá desconozcan los que partieron en fechas anteriores) lo que podríamos llamar migración tardía o la segunda parte de lo mismo, y de una población ya muy escasa partieron otros tantos, esta vez con destino Alemania, Holanda, Suiza, etc. Fueron estos emigrantes, trabajadores en el campo, la construcción y en menor medida en fábricas, los que regresaban cada año una vez terminados los contratos de trabajo aportando a España en general y a Poveda en particular divisas y un capital tan necesario en aquella época. No quedó su trabajo en una mera aportación económica, ya que, aprendieron y después aplicaron en beneficio de todos técnicas de trabajo más modernas y desarrolladas. Por otra parte el contacto en países democráticos con personas libres, despertó en ellos el anhelo de ser libres también, adormecido entonces por la represión fascista de una dictadura inhumana. Solo entonces obtuvo el pueblo algún beneficio de sus emigrantes, y muchos de nosotros los primeros juguetes de verdad. Fue a estos últimos, casi en cada casa, y no a los otros, a los que despedimos con pesar, casi en cada casa, mientras en la radio de casi cada casa, en discos solicitados, (Ecos de sociedad) de Radio Popular de Salamanca, Antonio Molina cantaba "Adiós mi España querida "; Manolo Escobar alardeaba de haber besado a una dama en no sé que puerto; Gallina Blanca nos ofrecía con la sintonía "Sinfonía del Nuevo Mundo" de Antonín Dvorák "Ustedes son formidables", y Elena Francis contestaba a nuestras dudas amorosas y apaciguaba nuestra lujuria con sabios consejos en su consultorio. Incluso, algunos afirmaban en un susurro sintonizar "La Pirenaica", (Radio España Independiente) en sus emisiones desde Bucarest (Rumanía), y otros rezábamos el Santo Rosario en familia, con el ruego expreso de que Dios nos ampare. Y sino palante
Saludos povedanos.
Corrían como digo los años 50 y 60 del pasado siglo, cuando entre sobresalto y admiración presenciamos la partida de casi un tercio de los 746 habitantes con los que contaba Poveda en aquellos años. Así, vimos partir a amigos y parientes llevandose consigo la memoria y el recuerdo entre sus pertenencias, rumbo a un destino que en aquel entonces se nos antojó fantástico y remoto, sin que pudiéramos ubicarlo en otro lugar que no fuese un punto aproximado en el mapa de la escuela. Por lo general, más allá incluso de donde se eleva al cielo la imponente cordillera montañosa del Pirineo, como gustan decir sus habitantes al referirse a los Pirineos.
Aunque casi simultánea y persiguiendo siempre los mismos fines, podemos considerar esta partida en dos etapas bien diferenciadas en este espacio de tiempo. Por una parte, las familias que dejaron el pueblo y asentaron su residencia definitiva en otras tierras más o menos lejanas y solo en contadas ocasiones regresaron a el pueblo atraídos unas veces por el noble deporte de la caza y otras por el irresistible aroma de la olla de la matanza, para una vez finalizado lo uno y lo otro abandonar las polvorientas calles del pueblo en sus autos nuevos camino de la ciudad con un, "Hasta el año que viene, si Dios quiere. A ver si me acuerdo y te mando unas botas que nos dan en la fábrica".
"Toda mi infancia es pueblo", dijo García Lorca, y a veces me viene a el alma, como una canción, los rumores de Poveda y de mi infancia; el chirriar de un carro al atardecer y los gritos de un arriero; el alboroto de un recreo o el chocar de bolos; la risa o el llanto de un niño de mi pueblo, o la voz de los amigos que se me han muerto. Todo partió con ellos, como mi infancia, de la que fueron testigos.
Por la otra, los que con menos recursos o iniciativa quedaron atrás a merced de la desmedida avidez de los que hicieron del campo tierra de nadie y que emigrarían poco después.
No fueron desde luego traumáticas, ni la primera partida ni las posteriores, y en la mayoría de los casos tanto a los que se fueron como a los que quedaron, fue lo mejor que nos pudo pasar, (ahora diré por qué).
En un pueblo sin recursos ocupacionales ni de ninguna otra clase, agricultura escasa y primitiva, ganadería de escasa calidad, sin medios económicos ni imaginación creativa para emprender nuevas aventuras, (véase Palacios Rubios, merecedor ayer 13 de diciembre del distintivo "Ciudad de la Ciencia y la Innovación"), difícilmente hubiéramos logrado extraer de la tierra alimentos suficiente para todos y un mediano confort para las más de 700 personas.
Existió a su vez a mediados de los 60 hasta principios de los 70 (dato que quizá desconozcan los que partieron en fechas anteriores) lo que podríamos llamar migración tardía o la segunda parte de lo mismo, y de una población ya muy escasa partieron otros tantos, esta vez con destino Alemania, Holanda, Suiza, etc. Fueron estos emigrantes, trabajadores en el campo, la construcción y en menor medida en fábricas, los que regresaban cada año una vez terminados los contratos de trabajo aportando a España en general y a Poveda en particular divisas y un capital tan necesario en aquella época. No quedó su trabajo en una mera aportación económica, ya que, aprendieron y después aplicaron en beneficio de todos técnicas de trabajo más modernas y desarrolladas. Por otra parte el contacto en países democráticos con personas libres, despertó en ellos el anhelo de ser libres también, adormecido entonces por la represión fascista de una dictadura inhumana. Solo entonces obtuvo el pueblo algún beneficio de sus emigrantes, y muchos de nosotros los primeros juguetes de verdad. Fue a estos últimos, casi en cada casa, y no a los otros, a los que despedimos con pesar, casi en cada casa, mientras en la radio de casi cada casa, en discos solicitados, (Ecos de sociedad) de Radio Popular de Salamanca, Antonio Molina cantaba "Adiós mi España querida "; Manolo Escobar alardeaba de haber besado a una dama en no sé que puerto; Gallina Blanca nos ofrecía con la sintonía "Sinfonía del Nuevo Mundo" de Antonín Dvorák "Ustedes son formidables", y Elena Francis contestaba a nuestras dudas amorosas y apaciguaba nuestra lujuria con sabios consejos en su consultorio. Incluso, algunos afirmaban en un susurro sintonizar "La Pirenaica", (Radio España Independiente) en sus emisiones desde Bucarest (Rumanía), y otros rezábamos el Santo Rosario en familia, con el ruego expreso de que Dios nos ampare. Y sino palante
Saludos povedanos.
que tal amigo soso como te han ido estos dias por nuestro querido pueblo espero que te te hayan recibido muuy bien
un saludo
un saludo
Me lo he pasado pipa, como que me estoy planteando marcharme mañana otra vez.
Podíamos hacer una reunión forera y tomarnos unas coca-colas con el pinxo, que te parece?
Saludos
Podíamos hacer una reunión forera y tomarnos unas coca-colas con el pinxo, que te parece?
Saludos
hola, contar conmigo, para la reunión, yo el día que quiera el personal la hacemos y eso de tomar unas coca colas, yo si las tomo, sobre todo desde que me tumbaron los redbul, esa bebida que dicen da alas, pero a mí no me las dio, sino me jodio. Tu soso, me da que tomaras, tu típica y clásica cerveza, pa criar barriga, que ahora dicen, es sano, pero sólo tomar cuatro y no,,, Un saludo y avisarme.