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POVEDA DE LAS CINTAS: EL CASTILLO DE NUESTRA SEÑORA - III (El chalan y el...

EL CASTILLO DE NUESTRA SEÑORA - III (El chalan y el galgo)

Viudo el chalan desde poco después de su malogrado matrimonio con una hermosa joven del lugar, volcó todas sus atenciones en un lebrel que tenia: hallando en el animal todo el cariño y afecto que la muerte de su amada esposa le robase, y dedicando a la bestia innumerables atenciones, así como, exagerada pasión en el adiestramiento del animal.
Pocos detalles más podré aportar a esta historia sobre la valía del lebrel, ya que ninguno de nosotros, ni los más viejos del lugar, recuerdan siquiera si el galgo tenía o no un nombre.
Sea como fuese, una fría mañana otoñal en que el castellano cabalgaba su montura por la campiña povedana, divisó a lo lejos seguido a pocos pasos de su amado lebrel la figura del chalan bordeando el entonces caudaloso río Guareña. Grandes e irrefrenables fueron los deseos del castellano de poseer como propio aquel bello animal, y lanzando a el galope a su montura se acercaba a el chalan con el resuelto ánimo de apoderarse por la fuerza del galgo. Verdad es, que a falta de pocos metros para llegar a su presa, quiso la fatalidad y terrible coincidencia que asustado el galgo por la llegada del caballero emprendiese veloz fuga, y el caballo asustado por la huida del galgo, arrojase violentamente a su montura a las frías aguas del río. Y en este punto emana la terrible coincidencia, que fuera a dar con el castellano donde más ímpetu portaba la corriente.
Tras un tan enérgico como inútil bracear daba el castellano su vida por perdida encomendando a Dios su alma con fervorosos ruegos, pero al abrir sus ojos en el último aliento, halló ante sí una mano extendida a la que se asió el castellano con decisión y fuerza.
Tal día como hoy, un 16 de noviembre de la era antigua, fue hecho llamar el buen chalan a el Castillo cuyas memorias y antigua grandeza acabo de referir, para ser informado por boca del mismo señor que sería recompensado como pago a su servicio. Y aquí es bien que los lectores estén advertidos que no han de tomar la palabra de un tirano en sentido riguroso y como cosa que declara absoluta verdad, máxime, cuando este episodio diera origen a la frase tantas veces repetida: "quedar bien sin gastar nada".
Conocedor el castellano de la profunda enemistad ente chalan y zapatero, ofreció por recompensa a el salvador de su vida lo que quisiera elegir de sus muchas pertenencias, a condición, de que daría en igual modo a el zapatero el doble de lo que el chalan pidiera.
Abrumado el chalan al sentirse llamado amigo benefactor por boca del gran señor, su gran generosidad, y como circunstancia de gran singularidad sentase en sus rodillas paternalmente el castellano a el chalan, viose éste incapaz de concentrar su mente en bienes materiales, por lo que solicitó licencia de que el castellano le otorgara un tiempo para pensarlo, y poder así elegir con acierto tan espléndido regalo.
Tras una noche de desvelo, cábalas y cuentas, con las primeras luces del alba llamaba el chalan a la puerta del Castillo. Desde el interior, una voz respondió a su llamada con la misma declaración que utilizase siempre Philip a lo largo de su dilatada vida como guardián perpetuo del Castillo de Nuestra Señora: ¿Ien es?
Una vez fue conducido en presencia del castellano, y tras asegurarse de que el zapatero recibiría en recompensa el doble de lo que el noble señor tuviese a bien concederle, solicitó el chalan fuerale cortada a su persona una de sus dos orejas como pago y recompensa por los servicios prestados a su señor y a el Castillo.

Continuará