Ni en Poveda ni en cualquier otro pueblo de parecida índole, es decir, de población, situación y condiciones de vida. Desde el punto de vista económico, los escasos recursos sólo dan para poco más que no salir de miserias. En principio y aunque parezca una barbaridad, que no lo es, tal cuestión no sólo afecta a nuestro pueblo sino también a no menos de una veintena de los que integran la comarca pues el dinero procedente de los impuestos, tasas y demás gabelas administrativas, en la práctica se consume y esteriliza en el mantenimiento de unos servicios que podrían superarse si su costo y ejecución se ofreciera en pública subasta para su gestión y realización por una empresa privada que reúna las condiciones pertinentes mediante contraprestación de cantidad fijada en puja libre y por contrato. Ejemplos hay varios.
Con toda seguridad el gasto anual de cada pequeña localidad se reduciría a porcentajes increiblemente menores al actual. Y, por añadidura, probablemente se obtendrían unas prestaciones de indudable mayor calidad y eficacia por cuanto su desarrollo colectivo, en virtud de la técnica hoy existente, sus circunstancias lo permiten, y, por supuesto, permite también exigir que habría de ajustarse a las condiciones cuyas características constaran en contrato, así como su seguimiento y revisión continuada de correcta ejecución y cumplimiento, lo que, en el supuesto de no ajustarse a lo estipulado, llevaría aparejada de inmediato la correspondiente responsabilidad civil, y en su caso, la penal, cuestión ésta que no cabe exigir a ningún alcalde ni concejal, tanto tenga asignada consignación económica personal como si no.
Los medios técnicos que hoy ofrece la informatíca y la técnica en general permiten llevar a cabo la labor de la administración municipal de cada pequeño pueblo sin necesidad de burocracias inútiles, barrido de calles con escoba por el alguacil ó discusiones de banderías tan funestas como estériles que sólo sirven para entorpecer el desarrollo de los pueblos. Los dineros procedentes de los impuestos, obviamente bien controlados y organizados en forma colectriva, seguramente darían para suministrar unos mejores servicios colectivos de administración, de sanidad y de cualesquiera otros representativos de necesidades colectivas. Las informaciones de estos días que dimanan de los medios oficiales y de comunicación mediática, en virtud de las necesidades impuestas procedentes de la crisis económica, apuntan en esa dirección: agrupamientos colectivos de municipios. Al tiempo. Poveda dio en su día todo un ejemplo de modernidad y de sentido común al ser el segundo pueblo de España (el primero fue Cantalapidera) en aceptar la entonces desconocida concentración parcelaria en la agricultura, sistema que después se ha seguido en toda España. Ya me alegraría a mí que en el mismo sentido Poveda diera una segunda lección promoviendo iniciativas en el sentido apuntado.
Reflexionemos, povedanos.
Con toda seguridad el gasto anual de cada pequeña localidad se reduciría a porcentajes increiblemente menores al actual. Y, por añadidura, probablemente se obtendrían unas prestaciones de indudable mayor calidad y eficacia por cuanto su desarrollo colectivo, en virtud de la técnica hoy existente, sus circunstancias lo permiten, y, por supuesto, permite también exigir que habría de ajustarse a las condiciones cuyas características constaran en contrato, así como su seguimiento y revisión continuada de correcta ejecución y cumplimiento, lo que, en el supuesto de no ajustarse a lo estipulado, llevaría aparejada de inmediato la correspondiente responsabilidad civil, y en su caso, la penal, cuestión ésta que no cabe exigir a ningún alcalde ni concejal, tanto tenga asignada consignación económica personal como si no.
Los medios técnicos que hoy ofrece la informatíca y la técnica en general permiten llevar a cabo la labor de la administración municipal de cada pequeño pueblo sin necesidad de burocracias inútiles, barrido de calles con escoba por el alguacil ó discusiones de banderías tan funestas como estériles que sólo sirven para entorpecer el desarrollo de los pueblos. Los dineros procedentes de los impuestos, obviamente bien controlados y organizados en forma colectriva, seguramente darían para suministrar unos mejores servicios colectivos de administración, de sanidad y de cualesquiera otros representativos de necesidades colectivas. Las informaciones de estos días que dimanan de los medios oficiales y de comunicación mediática, en virtud de las necesidades impuestas procedentes de la crisis económica, apuntan en esa dirección: agrupamientos colectivos de municipios. Al tiempo. Poveda dio en su día todo un ejemplo de modernidad y de sentido común al ser el segundo pueblo de España (el primero fue Cantalapidera) en aceptar la entonces desconocida concentración parcelaria en la agricultura, sistema que después se ha seguido en toda España. Ya me alegraría a mí que en el mismo sentido Poveda diera una segunda lección promoviendo iniciativas en el sentido apuntado.
Reflexionemos, povedanos.