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POVEDA DE LAS CINTAS: LO DE OTROS TIEMPOS....

LO DE OTROS TIEMPOS.

Al contemplar la efigie de este ómnibus como vehículo diario de viajeros con parada en nuestro pueblo, no puedo evitar el recuerdo de otros tiempos de penuria. La "Serrana", que aún creo sigue llamándose así en la provincian de Salamanca, era y es el servicio público de viajeros por excelencia en la zona rural de las tierras charras, y por supuesto, el más antiguo, el más popular y el más conocido. El título por el que se la conoce debió tener lugar, obviamente, en la zona de la sierra, que como todo el mundo sabe, es la la parte de la provincia que se identifica con la denominada Sierra de Béjar. Tal espíritu de modernismo por parte de gentes de aquellas tierras lo hemos visto medio siglo después confirmado con la irrupción moderna del turismo a escala internacional, protagonizado por otros modernos vehículos y medios, y hasta con aviones de pasajeros, a través de la firma "Halcón Viajes", oriunda del mismo lugar.

Si los povedanos de hoy supieran cuánto hubo de ser deseado este servicio en nuestro pueblo, y las añoranzas que durante años y años nos consumían suspirando por el procedimiento que fuera, pero que nos llevara a la capital con un mínimo de comodidad, seguramente los jóvenes de hoy dirían, "pero si esto no tiene importancia". Como tantas otras cosas en la vida, cuando éstas se han conseguido ya, se olvida todo lo que han pasado generaciones anteriores añorando todo lo que ahora no se valora.

Pero recordemos: con anterioridad a la llegada del servicio público de la primera "serrana", es decir, más o menos allá por el año 1960, todo el servicio público de viajeros en Poveda para ir a Salamanca, creo recordar que se "apañaba" con aquél extraño carromato adosado a un motor de gasolina que más bien parecía un gran cajón con cuatro puertas, el cual, hoy nos parecería más propio para transporte de ganado, pero entonces sirvió para cubrir una necesidad. De unos cinco metros de longitud, adosado a un motor de gasolina, y en su interior, cuatro filas de asientos del mismo material en las que, apretándose, se encajaban cuatro viajeros en cada una de ellas, creo no obstante que solía "acoplar" en ella, cuando las circunstancias lo requerían hasta veinte pasajeros. El nombre del propietario único y principal accionista, conductor, cobrador, y diseñador del itinerario pasando por Cantalpino y Cañizal, no se me olvida: el señor Severo.